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Retos de la democracia en la era digital

Columna del lector: Diana Montenegro*
23 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

Noticias recientes como las quejas de trabajadores independientes afiliados a plataformas digitales, los innumerables reclamos de los transportadores tradicionales en contra de aplicaciones de transporte, las graves denuncias sobre delincuentes usando redes sociales para atentar contra niños y adolescentes, el uso indiscriminado de plataformas para expandir noticias falsas y contenido dañino, las investigaciones antimonopolios a las más grandes empresas de tecnología, el reclamo de los actores colombianos a los operadores de televisión por suscripción por el no pago de sus derechos de retransmisión, o las inquietudes planteadas por el menoscabo de la principal fuente de financiación de los medios de comunicación —la publicidad tradicional—, entre otras muchas notas periodísticas, no deben ser analizadas como situaciones aisladas.

Por el contrario, en perspectiva todas estas noticias deben ser vistas como el reflejo de hechos sociales que están siendo generados por una misma causa: el profundo cambio que se está presentando en la organización económica y social de nuestro país y a escala mundial por el amplio uso de nuevas tecnologías. Innovaciones imperceptibles como plataformas digitales, marketing digital, robótica, inteligencia artificial, dispositivos de realidad aumentada y virtual, algoritmos inteligentes, redes 5G, computación en la nube, mercados digitales o la analítica de grandes datos (big data) son nuestro presente y no el futuro, como lo eran años atrás. Son vientos de cambio y, en efecto, una nueva realidad.

Innegablemente, estas nuevas tecnologías incrementan nuestro bienestar; sin embargo, también crean riesgos que demandan leyes que los mitiguen. Un ejemplo: instalar semáforos en las calles no implicó desconocer los beneficios de la industria automotriz. De aquí que en Colombia urge un paquete legislativo uniforme sobre la nueva era digital. Regulación que no es acerca de máquinas inteligentes que operan neutralmente, sino sobre leyes democráticas encaminadas a que las modernas tecnologías y los nuevos modelos de negocios empresariales propendan por el bienestar general.

Entre los retos de esta regulación está el de abarcar temas tan complejos y novedosos como la responsabilidad de los hospedadores de contenidos digitales, la neutralidad de internet, los derechos de los trabajadores de plataformas digitales (gig workers), la exigencia de compensación a los creadores de contenidos, fijar las mismas reglas competitivas para las empresas tradicionales y las digitales, garantizar la privacidad y seguridad de los ciudadanos al utilizar medios digitales, prever obligaciones de transparencia y ética a los desarrolladores de nuevas tecnologías, la prevención de noticias falsas y contenido dañino en redes sociales, el fomento del desarrollo de negocios nacionales digitales y la seguridad de datos personales, no personales y nacionales. Además, al considerar que un periodismo riguroso e investigativo requiere una significante inversión, es necesario promover nuevas formas de financiación de los medios de comunicación para garantizar su independencia, puesto que una prensa libre, vibrante y plural es indispensable para una verdadera democracia.

La naturaleza de estos temas implica un nuevo tipo de regulación. En vez de continuar con leyes de un enfoque sancionatorio, el nuevo derecho debe impulsar la empresa nacional digital, fijar criterios objetivos de justicia social y encontrar medidas efectivas y “sin precedentes”. Para realizar esta titánica labor, los legisladores, en primer lugar, deben priorizar entre variados objetivos basándose en principios y puntos de consenso indiscutibles, como una defensa férrea de las instituciones democráticas y la protección de los niños y adolescentes.

Apremia este paquete legislativo integral para que nuestro país pueda llegar a beneficiarse del gran potencial que ostenta la nueva era digital. De otra forma, preparémonos para otro siglo de nulo desarrollo económico, inseguridad, supermonopolios, el cierre voluntario de más medios de comunicación, un populismo sin contrapesos y, lo más aterrador, el surgimiento de generaciones manipuladas a su antojo por noticias falsas y el superficialismo, e indiferentes frente a los increíbles y extraordinarios retos que la nueva era digital plantea a las sociedades democráticas modernas.

*Abogada especializada en Derecho Digital y de la Competencia.

Por Diana Montenegro*

 

Yesid(67100)23 de noviembre de 2020 - 03:35 p. m.
La tecnología digital también podría ayudar a erradicar la corrupción que campea en todas las ramas del poder y en el sistema electoral. ¿Por qué no erradicar de tajo el clientelismo y designar por sorteo a todos los servidores públicos? Toda la burocracia podría ser conformada aleatoriamente partir de listas amplias de ciudadanos que cumplan los requisitos legales de cada cargo.
-(-)23 de noviembre de 2020 - 02:33 p. m.
Este comentario fue borrado.
Periscopio(2346)23 de noviembre de 2020 - 02:34 p. m.
Hay que huir como de la peste de las personas para las cuales la tecnología es el paradigma del progreso y la civilización, porque en ésas personas el humanismo ha muerto. No son siquiera personas sino robots insensibles, cadáveres insepultos, zombis disfrazados de humanos. Y eso son los enemigos del humanismo, es decir de Gustavo Petro.
Hernando(84817)23 de noviembre de 2020 - 02:24 p. m.
Muy buena columna. Una alerta necesaria frente al uso indiscriminado y sin control de la tecnología que como lo podemos ver en dos fabulosos documentales de NETFLIX: "Nada es privado" y "el dilema de las redes sociales", nos señalan el peligro de los big data, la inteligencia artificial y otras tecnologias , cuando caen en poder de mentes interesadas solo en la manipulación de las personas.
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