Retrato de la mafia colombiana en China

Santiago Villa
29 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.

En Guangzhou, la ciudad de la China continental donde más mulas de narcotráfico son capturadas al año, la influencia de la mafia colombiana está a plena vista.

Su poder y su presencia son más generalizados de lo que se percibe desde Colombia. La mafia no sólo trafica cocaína y víctimas de trata de mujeres; también importa y exporta productos –probablemente para abastecer a los contrabandistas de Colombia–, y abre restaurantes de comida colombiana y discotecas en las que se celebran fiestas privadas para mafiosos y prostitutas.

La mafia incluso desaparece a personas. Según conocí por varias fuentes dentro de la comunidad colombiana en Guangzhou, hace tres meses un joven llamado Cristian –las fuentes con quienes hablé no conocían su apellido– fue asesinado, pero su muerte nunca fue registrada por el Consulado de Colombia. Oficialmente, ese muerto no existe. Eso quiere decir que la policía china nunca lo encontró, pues cuando hallan cadáveres de colombianos los reportan al Consulado.

Aunque es lamentable e injusto que en Guangzhou las mujeres colombianas tengan el estigma de ser prostitutas, la cantidad de mujeres de nuestra nacionalidad que son trabajadoras sexuales en esa ciudad es muy alto. Según conocedores del tema, hay unas 400; entretanto, hay 2.000 colombianos legales y unos 1.000 entre informales e ilegales.

Si asumimos que hay unos 3.000 colombianos en Guangzhou, entonces al menos 1 de cada 8 de ellos es una prostituta.

Es fácil encontrarlas en la vida cotidiana. En un restaurante escuché a una hablar abiertamente por teléfono sobre su vida profesional. A la persona al otro lado de la línea le decía, “yo de vez en cuando ‘culeo’, pero ahora hago más trading, o sea, si mis clientes en Colombia me piden gafas, mando gafas, si me piden camisetas, mando camisetas”. También dijo que hay lugares muy buenos donde trabajar porque ofrecen condones a las mujeres.

Estas, claro, son las “afortunadas”. Las que tienen las riendas de su propia profesión —si bien en un país donde la prostitución es ilegal, de todas formas, esto implique llevar una vida en la delincuencia—. Un caso así podría calificarse como una historia de “éxito”. Ella pasó gradualmente de la prostitución al comercio. Aun así, lo que al final le dice a su interlocutor en el teléfono es, “pero yo me quiero ir de aquí de China, estoy cansada. Esto está hecho una mierda”. Ni siquiera las más prósperas alcanzan la felicidad.

Las víctimas de la trata de personas, es decir las que llegaron engañadas, trabajan como esclavas y —según conocedores del tema— son una minoría de las prostitutas. Ellas trabajan hombro a hombro con las que sabían a lo que venían en bares donde operan con tal flagrancia que resulta imposible que la policía lo ignore.

Entré a uno llamado Kama, que es famoso en Guangzhou por la cantidad de colombianas que pasan allí las noches. Me acerqué a una joven de unos 20 años que estaba sola en una mesa. Le pregunté si quería tomar una cerveza y conversar. Me dijo, con acento del Eje Cafetero: “¿Es la primera vez que tú vienes aquí? Es que mira, mi vida, aquí no se viene a conversar. Aquí se viene es por nenas. Si quieres estar conmigo son 100 dólares por el hecho, vamos allí al Hotel Guoxian (un hotel a 200 metros del bar) y se tiene que usar preservativo”. Lo repito: la prostitución es ilegal en China.

Rechacé la propuesta, me alejé y de inmediato un hombre con aspecto pakistaní o de Asia Central, que llevaba largo rato mirándola y sonriéndole desde la mesa vecina, fue hasta ella y al par de minutos se la llevó.

En Guangzhou, una ciudad donde hombres del mundo entero van por unos días, en solitario o con otros hombres, tan sólo a hacer negocios y a comprar productos para comerciar en sus países; donde están de paso y con dinero, la prostitución es un negocio muy lucrativo.

Esta semana la Policía Nacional, la Fiscalía y Migración Colombia anunciaron la captura en Colombia y España de ocho integrantes de una banda de tráfico de mujeres hacia China. Hay más órdenes de captura y se esperan más detenciones en Colombia. Es una buena noticia. Merece reconocimiento y es un paso en la dirección correcta. La desarticulación de la banda se presentó, sin embargo, como “el comienzo del fin” de la trata de mujeres en China. Ese dicho fin no está tan cerca como se anunció.

Hay tan sólo ocho circulares rojas de Interpol para capturar a mafiosos en China, y lo que se puede percibir en Guangzhou es que la mafia colombiana es mucho más extensa que ocho personas. Eso, además, asumiendo que allí opera una sola organización. 

No se trata de menospreciar el éxito del operativo, pero sí de reconocer las verdaderas dimensiones del problema. Además, mientras las autoridades locales de Guangzhou toleren las operaciones flagrantes de la mafia colombiana, mientras se dediquen a capturar puras mulas, prostitutas y ladronzuelos, y no a los auténticos mafiosos, combatir a las bandas tan sólo desde Colombia será muy difícil.

Twitter: @santiagovillach

 

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