Rezago provincial y desarrollo regional

César Ferrari
16 de mayo de 2018 - 02:30 a. m.

En la actualidad existen unas disparidades notorias entre los diversos departamentos, regiones y territorios colombianos que expresan su atraso relativo y sus carencias con respecto a Bogotá. En 2016, según datos del DANE, los departamentos con menores ingresos per cápita eran Vaupés (18,9% de los ingresos de los bogotanos), Vichada (22,8%) y Guainía (24,2%). Sobre 32 departamentos, 10 tenían ingresos per cápita menores al 30 % y 29 departamentos, menores al 70% de los ingresos bogotanos.

Las disparidades entre los medios urbano y rural colombianos son también notorias. Según la Misión Rural, en 2015, 49,9 % de la población rural era pobre; en el medio rural disperso, 53,5 %; mientras que en las ciudades, 21,7 % y en el promedio nacional, 30,6 %. En dicho año, 30 % de la población y 60 % de los municipios se localizaban en el medio rural.

Esas disparidades solo se superarán con un desarrollo regional diferenciado que haga que los ingresos per cápita de la gran mayoría de los colombianos en las diferentes regiones y territorios sean similares. Ello es sinónimo de desarrollar las actividades económicas de las regiones y territorios que generen ocupación plena, permanente, directa o indirecta, de productividad elevada y respetuosa del medio ambiente. Esa ocupación plena debe, a su vez, generar y distribuir equitativamente un ingreso sostenido para toda la población regional con el que pueda adquirir los bienes y servicios fundamentales que le permitan una vida digna y su inclusión cultural, social y política.

La ocupación plena y permanente depende de la estructura productiva del territorio. Puede ser intensiva en capital (petróleo, minería) o intensiva en mano de obra  (agropecuario, manufactura, turismo, economía digital), permanente (como las anteriores) o eventual (como la construcción y el comercio de temporada).

Es apenas obvio que si se postula ocupación plena y permanente la estructura debe ser intensiva en mano de obra y su nivel de actividad elevado y permanente. Una de esas actividades intensivas en mano de obra y permanente es la agricultura familiar. Según la FAO, 70 % de los alimentos en el mundo son provistos por la agricultura familiar que, a su vez, es la base para la producción sostenible de alimentos. No obstante, existe una fuerte tendencia a privilegiar la entrega de tierras a compañías o a grandes inversionistas en desmedro de los medianos y pequeños agricultores.

Otras de las actividades rurales básicas son las forestales y de caza, tecnificadas y racionales. Son fundamentales para reducir la presión sobre los bosques por parte de la minería ilegal y su conversión irracional en potreros para ganadería extensiva. Estas actividades requieren una regulación apropiada y su aplicación eficiente para el aprovechamiento racional de los bosques y la reducción de las talas ilegales.   

El desarrollo regional requiere también proyectos de transformación, transporte y comercialización, también intensivos en mano de obra, de los bienes agropecuarios: mataderos, plantas de embutidos, depósitos y maquinarias para embalar frutas, posadas y albergues turísticos, pequeñas plantas de energía, de agua potable y saneamiento, etc.

Más allá de los buenos deseos, la cuestión es cómo inducir esas actividades. En una economía de mercado las actividades económicas, independientemente de si son intensivas en capital o en mano de obra, nacen, crecen y desaparecen conforme a sus rentabilidades relativas. Las más rentables reciben más inversión y, por lo tanto, expanden su capacidad de producción más rápidamente y tienen un mayor nivel de actividad que las otras.

De tal modo, es necesario que la política económica, fiscal, monetaria y regulatoria genere una estructura de precios básicos (tasa de cambio, tasa de interés, salarios, impuestos indirectos y precios de los servicios básicos como energía y agua) que haga que esas actividades permanentes intensivas en mano de obra sean las más rentables, lo cual implica volverlas muy competitivas, es decir que los precios a los cuales puedan vender los bienes y servicios que producen superen los costos de producirlos. Si los precios superan a los costos, esas actividades generarán sus propios ahorros con los que financiarán la inversión que las expanda.

Para hacer viable lo anterior se requiere infraestructura. Sin energía, carreteras, puertos o aeropuertos, según el caso, y comunicaciones, la región o la localidad no es viable económicamente. Y ello implica aumentar la inversión pública pues el sector privado no realizará esas inversiones y si se hacen con alianzas público-privadas, ¿con qué recursos el sector privado establecerá las fábricas que el desarrollo implica? De tal modo, es indispensable aumentar los ingresos tributarios y ello significa una reforma tributaria que recaiga sobre los ingresos y patrimonios de las personas naturales más adineradas y no de sus empresas ni de la clase media.  

En época de promesas electorales es de suponer que fluyan algunas propuestas al respecto. ¿Alguien las está planteando? 

* Ph.D. Profesor titular, Pontificia Universidad Javeriana, departamento de Economía.

 

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