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Riquelme y Léider

Antonio Casale
02 de diciembre de 2008 - 01:18 a. m.

Sucedió el pasado domingo, el partido estaba empatado a uno, jugaban Boca (líder del campeonato argentino) y Racing, en La Bombonera. Tras un irregular inicio de torneo, Boca estaba en la punta peleando con Tigre, que le ganaba a River, el empate dejaba al cuadro xeneize en situación apretada.

Desde la tribuna de platea, esa que queda más pegada a la cancha y donde están los que pagan la entrada más costosa, un aficionado la tomó contra Riquelme, lo recriminaba y le gritaba de todo. El diez se percató desde el comienzo pero hizo caso omiso. Pero fue ahí, a pocos minutos del final, cuando Juan Román sacó la magia de sus piernas y de certero disparo marcó el segundo y definitivo gol con el que sellaría Boca medio campeonato Apertura. No fue Román a festejarlo con sus compañeros como de costumbre o a dedicárselo a sus familiares, como sucedió en otras tantas ocasiones. No, esta vez, se dirigió al lugar justo donde se encontraba el enfurecido hincha plateísta y se lo dedicó. Este a su vez se enfureció aún más y terminó siendo rodeado por otros seguidores que querían hacer justicia por su cuenta. Terminó el fanático en la comisaría con un cargo en su contra por incitar a la violencia. Todos con Román, rodeando al ídolo, la prensa señala la manera como el jugador más talentoso de Boca le cayó la boca a un aficionado que a su juicio, se equivocó de cabo a rabo en su actuación en contra del jugador.

Hace unos años, Léider Preciado hizo lo mismo cuando jugaba para Santa Fe, en una celebración fue a occidental platea, se tomó los testículos con las manos y le dedicó la anotación a algún enardecido que le gritaba de todo desde la tribuna. Acá todos reprochamos la actitud del jugador al no respetar a quien por el solo hecho de pagar la boleta tiene todo el derecho de exigir un buen desempeño. Pero nadie habló de quien lo agredía verbalmente. Desde luego, tomarse los testículos no puede ser de aplaudir, pero a Riquelme lo defendieron en su condición de ídolo, a Preciado terminaron aburriéndolo en Santa Fe. Hoy sus goles tienen al Deportivo Quito a un paso de ser campeón y su ausencia se siente tras la eliminación cardenal.

En Colombia no hay ídolos y los pocos que tenemos son de barro, nosotros somos quienes los subimos y con la misma facilidad los bajamos. Nunca pensamos que detrás de ese jugador hay un ser humano que como todos tiene jornadas buenas y también malas. Pagar una boleta nos da derecho a disfrutar de un espectáculo en el que, distinto a las películas, no conocemos el final, pero no nos da licencia para agredir a los protagonistas que al final, como usted o como yo, son personas con defectos pero también con virtudes.

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