En respuesta al editorial del 20 de octubre de 2020, titulado “El sorpresivo triunfo del MAS en Bolivia”.
La victoria del MAS en Bolivia, con 55 % de los votos para Luis Arce contra 28 % para Mesa, no fue tan sorpresiva.
Si bien la extrema derecha boliviana y el llamado gobierno interino intentaron estigmatizar, perseguir e incluso aniquilar al MAS, aupados por gobiernos extranjeros y la complicidad del secretario general de la OEA, Luis Almagro, durante el año en que estuvieron al mando, con una política errática y una desastrosa gestión de la pandemia, era muy poco probable que la mayoría de la población boliviana diera su aval a Mesa, historiador y periodista honorable, pero también recordado por sus dos años de gobierno fallido (2003-2005). En efecto, la mayoría de la población (65 %) es indígena y en los 14 años de gobierno de Evo se ha ido empoderando, después de siglos de exclusión total. El MAS, confluencia de movimientos sociales que se constituyó en partido, durante su mandato, le cambió la cara a Bolivia, con una política económica elogiada por los organismos internacionales, reduciendo considerablemente la pobreza, triplicando el PIB, nacionalizando los hidrocarburos y aumentando sustancialmente los salarios; pero lo esencial fue la recuperación de la dignidad de los pueblos originarios y su inclusión en el actuar político.
La llamada “polarización” es en realidad la expresión de la histórica disputa entre La Paz y Santa Cruz, ciudad pujante y feudo de la gran burguesía blanca de Bolivia, que en las elecciones de 2019 organizó la rebelión bajo el mando de César Camacho, líder de extrema derecha, para impedir que siguiera Evo Morales en el poder. Fueron seguidos por un sector de la población en este proyecto y lograron que Evo Morales, conminado por la cúpula del Ejército y de la Policía, renunciara antes del escrutinio. Y hubo que esperar un año para que se realizaran las elecciones truncadas. La campaña contra el MAS fue feroz, pero este partido supo renovarse con nuevos cuadros, en su mayoría jóvenes, y ganar los votos de muchos indecisos. La victoria fue contundente, pero hubo que esperar hasta la medianoche para conocer los datos, a través de las encuestas a boca de urna, porque el Tribunal Supremo electoral, sorpresivamente, a la víspera decidió que no se informara el conteo rápido y que los resultados se darían el miércoles siguiente. La presión de los electores y de las encuestadoras logró que fueran reconocidos los resultados aquella noche.
El nuevo presidente —que, en calidad de ministro de Economía de Evo Morales, fue el artífice del “milagro económico boliviano” (los mejores indicadores económicos de América Latina)— deberá afrontar una situación económica difícil, en un entorno regional adverso. Declaró que Evo Morales no será parte del poder Ejecutivo, en el que nombrará a nuevos cuadros del MAS; sin embargo, a pesar del inevitable desgaste de un poder de 14 años, la figura de Evo Morales seguirá siendo emblema de la gesta indígena.