Rumbas, redes y placeres

Carlos Vicente De Roux
06 de enero de 2009 - 01:14 a. m.

La muerte de Juan Pablo Arenas en la plazoleta de la 85 con 15 ha dado lugar a una justificada reacción de los medios y de la ciudadanía.

Lo triste es que el insuceso se produjo en un momento en que el Gobierno Distrital dispone de una estrategia de intervención en 31 áreas críticas de la ciudad entre las que se cuenta la Zona Rosa, que de haber sido puesta en aplicación, a buen seguro habría impedido que se produjera el asesinato de Juan Pablo. Las medidas que componen la estrategia  están bien concebidas. Se espera concertar otras con los establecimientos de comercio, los residentes y las organizaciones cívicas de esas zonas y realizar actividades pedagógicas y preventivas en los colegios. 

Lo más probable es que los delincuentes conozcan el sector como la palma de su mano. Al lado de los turistas ocasionales y de los transeúntes, a buen seguro hay un entramado de relaciones, de redes, de grupos, tanto de clientes de la rumba como de proveedores y de delincuentes, que merece ser explorado por las autoridades. Éstas deben incidir en esas redes para promover entre los rumberos prácticas seguras y sanas, así como para identificar las bandas delictivas y someterlas a la justicia.

Eso implica desplegar la presencia no sólo de policías descubiertos o encubiertos, sino de oficiales capaces de hacer un seguimiento sistemático y persistente al micromundo en que consiste cada zona crítica. La investigación, el fino conocimiento construido in situ, es buen sucedáneo de las medidas disciplinarias de aplicación general, que tienen un desagradable tufillo de limitación de los placeres que la ciudad ofrece. De las crónicas de prensa sobre la muerte de Juan Pablo Arenas, parece desprenderse que él y su amigo Ortiz conocían a los homicidas y de alguna manera confraternizaron con ellos, al aceptar regalarles licor. También se infiere que los agresores y su peligrosidad eran conocidos en el sector.

Estas circunstancias no merecían haber sido desconocidas por las autoridades y Juan Pablo pagó por ello con su propia vida.

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