Salir de la niebla bogotana

Pablo Leyva
29 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

¿Cuánto dinero público invirtió el alcalde Enrique Peñalosa en la publicidad con la que se despide de la ciudad? ¿Mostrar realizaciones para insistir en que su pésima imagen se debe a la mala leche de sus enemigos y a la incomprensión de la ciudadanía? Este gasto, acogido por los medios, debería estar prohibido por la ley; únicamente beneficia al mandatario en su ego.

El alcalde saliente, respaldado por intereses poderosos, no sintonizó con las diversas necesidades de una ciudadanía que está conectada en tiempo real con el país y el mundo. Una realidad dinámica, compleja, con múltiples eventos emergentes, como lo confirman las protestas, reflejo de una profunda crisis del modelo de crecimiento insostenible que condiciona la ciudad.

Unos 2.500 proyectos y billones de pesos comprometidos pierden sentido si no responden a una visión compartida, construida a partir de las necesidades reales presentes y un futuro sostenible. No se trata de resolver desde la ciudad todos los problemas del país, sino de contribuir al cambio del modelo, señalar y construir caminos para la transición. No se trata de homogenizar los parques, sino de aumentarlos y mejorarlos con jardineros y la comunidad. No se trata de imponer un modelo de transporte, sino de que este responda a una ciudad flexible, verde, con mejor calidad de vida, en la que se pueda respirar. No se trata de imponer hasta el último día, a la ciudad y a sus futuras administraciones, gerentes de la energía, contratos, un POT, valorizaciones exageradas, un modelo urbano anacrónico y estructuras viales para impulsar la urbanización hasta del último “potrero” de la sabana, arrasar con la reserva Van der Hammen, las áreas de producción de alimentos, conservación, esparcimiento, y “compensar” el daño ecológico y social, convirtiendo los cerros y las represas de agua potable en parques de diversión.

Dada la magnitud de la población y de la economía de Bogotá-sabana, se necesita parar el crecimiento por sus efectos en lo natural y socioeconómico. El momento demanda cambios profundos y democracia plena en el manejo de lo público. Bogotá y la sabana deben tener nuevas formas de gobierno, dirección política plural, multidisciplinaria, con amplia representación social, rotación y conexión con el territorio. Se necesita trasparencia y garantizar el mejor conocimiento científico e información posibles sobre los complejos procesos y dinámicas urbanas para apoyar a las administraciones, concejos, juntas administradoras locales, organizaciones sociales y a los ciudadanos en todos los proyectos y en las decisiones sobre la transición ecológica. A esto sí se le debe dedicar información, espacio público para divulgación y presupuesto.

Claudia López y su equipo representan una esperanza verde. Ojalá la alcaldesa consulte, reflexione, participe, comunique, facilite la información, impulse la ciencia y la educación, valore el presente, flexibilice la planeación e impulse la transición a escenarios sostenibles. Trabaje en equipo y con la región, no por la imagen. Democratice y modernice la administración. Gobierne para todos.

 

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