A salir del letargo

Felipe Jánica
20 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

Pareciera que el negativismo y la desesperanza se apoderan de los momentos difíciles. Con ocasión, por ejemplo de tantos escándalos de corrupción, el país del Sagrado Corazón, se sigue levantando con lo redundante de las noticias en torno a este flagelo. Con ello, la desilusión, indignación e impotencia de los ciudadanos, pareciera estar ganándole la partida. Pero quedarse en este estado endémico es más contraproducente de lo que se pueda imaginar.

Es cierto, no podemos tapar el sol con una mano. La situación actual del país, y de Latinoamérica no es la más halagüeña. Varios factores se han juntado y han generado un caldo de cultivo para la desesperanza. Por un lado, los escándalos de corrupción han conllevado a un estado de indignación casi que generalizado por parte de los ciudadanos. Pero debemos recordar que este asunto no es nuevo y no sólo es un flagelo público sino privado.

En materia económica, la situación es de cuidado. La volatilidad del dólar está generando incertidumbre tanto a los importadores como los exportadores. Todo esto por cuenta que las caídas de los precios internacionales del petróleo, los que se mitigan o exacerban con los anuncios de las expectativas de alzas de tasas de interés por parte de la FED. Como si fuera poco, la incertidumbre en materia de intercambio comercial con EE.UU., derivado del efecto “trump”, se está llevando por delante la confianza inversionista tanto en la arena local como internacional. Como consecuencia, el principal afectado sigue siendo el ciudadano de a pie, pues cualquier incremento de la TRM, producto de las anteriores variables exógenas, se reflejará inmediatamente en el impuesto más caro de los ciudadanos: la inflación.

Así las cosas, son muchos los aspectos que nos deben ocupar a los latinoamericanos y en particular a los colombianos. En materia de Estado, es momento que el país comience a tener memoria y con ella sea más que consciente al momento de ejercer su derecho al voto. Esto no significa que se deba inferir que ahora todos los políticos son corruptos. Por supuesto no es así. No obstante, son ellos quienes deben salir al paso y explicar con claridad sus propuestas, pero por sobre todo que éstas sean de Estado y no de Gobierno, es decir de largo y no de corto plazo. Así mismo, ellos mismos deberían encargarse de demostrar su empañada pulcritud. Por su parte, los ciudadanos debemos tener presente no sólo el estado del arte actual de la cultura política sino la historia de la misma. Es que debemos olvidarnos de aquel dicho popular y mal intencionado: el país que no tiene memoria.

Pero dejando de lado las dolencias actuales y las de otrora, estoy convencido que seguir con el sonsonete de la corrupción y los demás males que estamos afrontando en la actualidad, nos está llevando a un estado de desesperanza, que además es contagiosa. Seguir en ese estado no sólo es contraproducente para la salud pública sino que genera una pasmosa velocidad para salir de él. Es por eso que seguir dando debates de moralidad ajena, sólo se podrá quedar en lo estéril de la discusión misma.

En lugar de estar perdiendo el tiempo, lo que sí deberíamos hacer los colombianos es enfocarnos en las oportunidades. Seguir aplazando inversiones, producto factores exógenos podría estar llevando a los líderes empresariales a perder oportunidades extraordinarias. Si el año pasado la discusión era el proceso de paz y sus efectos, ahora no puede ser que sigamos en el círculo vicioso de procrastinar como producto de un flagelo que siempre ha existido en el país, lo que pasa es que ahora se nota más.

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