San Pablo, mi enorme motivación para ser feminista

Mar Candela
03 de enero de 2019 - 11:29 p. m.

Esta historia la escribo pensando en todas las personas que consideran el feminismo un principio ético en su vida y a las que quieren que el feminismo deje de ser un tema crucial y transcendental a nivel político, social y estructural. A las primeras para abrazarlas, sentir su compañía y por sobre todo para motivarlas desde mi búsqueda feminista para el 2019, y a las segundas para que se enteren que seguimos más provocadoras que nunca antes, ya que todo el tiempo nos están leyendo en redes solo para matonearnos, vilipendiarnos y ridiculizarnos en sus absurdas lógicas. 

En un tiempo atrás yo también me negué a reconocer que existía la necesidad del feminismo. Es más, también pensé que el feminismo era una pendejada enorme cuando en mi estrecha visión de la vida yo sentía que ya las feministas del pasado habían logrado que todas pudiéramos hacer las mismas cosas que ellos y que la que no lo hiciera es porque enloquecía por tener una vida sin mayores retos.

¿Todas?  No sé cómo me atrevía a decir esas cosas, siendo yo una mujer que justo por el machismo y el clasismo me ha costado demasiado lograr un espacio real en el lugar del mundo que me correspondió nacer, conociendo en carne propia la diferencia entre ser una niña que crece en las calles y ser un niño que crece en las calles. La ignorancia de mi pasado me atormenta y avergüenza.

Siendo aconfesional, me viene a la memoria la situación del apóstol Juan Pablo, que antes era Saulo de Tarso, quien dedicó un buen tiempo a perseguir y a asesinar cristianos  y luego, por  una experiencia personal con  Dios, se hace creyente y empieza a servir  al cristianismo. Soy aconfesional; no obstante, es imposible para mí no contarles que  fui cristiana alguna vez, que ayudé a recoger firmas “pro vida”, que creía firmemente que las mujeres deberíamos comportarnos de alguna manera particular en nombre de Dios mientras ellos “eran la cabeza”.

Y por muchos años, de hecho, de los mejores años de mi vida desde los 16 hasta los 22, serví dentro de iglesias cristianas tanto católicas como evangélicas pensando que hacía lo correcto, dejándome manipular debido a toda mi ignorancia y también manipular psicológicamente —a los 17 años un pastor evangélico peruano que vivía en Bogotá y no recuerdo el nombre se atrevió a golpearme de una manera salvaje porque yo no había hecho bien un trabajo—.

Recuerdo que el pastor de la iglesia a donde asistía esa época me dijo que eso había sido culpa mía porque yo debería asistir a su iglesia y no a otra –que el diablo me estaba persiguiendo por mi desobediencia a Dios—. Lo que sea, yo no denuncié y me quedé callada porque ignoraba muchas cosas y creía en “La justicia de Dios”.

No había contado esta historia porque me da rabia contar que fui así de estúpida.

Después de eso, me fui a servir en una fundación por techo y comida en nombre de Dios hasta los 22 años y nunca estuve feliz. Me angustiaba esa idea de que la pureza tenía que ver con la castidad. Vi cosas muy injustas con las mujeres y con los más débiles —vi el clasismo en su máxima expresión y la jerarquía—. 

Me fui y busqué entre mis raíces otras espiritualidades que no estuvieran atadas al cristianismo —empecé a darme la oportunidad de otras creencias, a cuestionarme—. 

Supe que tenía dislexia y que era algo con lo que tendría  que vivir y  superé con mucho esfuerzo, siendo ya adulta, mi terror a  leer y escribir y  asumí el reto de escribir no solo para mí sino para toda persona que quisiera leerme.

Llegóa mi vida la teoría del anarquismo   y casi en simultánea llegó el feminismo a mi vida. Ahí decidí vencer mi terror a estudiar y me hice bachiller a los 33 años contra todo pronóstico. Empecé  a buscar entablar amistad con las mentes que considero impactantes y empecé a buscar conocimiento para   forjar mi propio criterio. Gracias al feminismo entendí que no quería ser simplemente libre, que yo merecía ser putamente libre como ellos han vivido desde el día que nacieron y sin miedo a morir simplemente por el hecho de no nacer con falo.

Gracias al feminismo entendí que no es lo mismo ser feminista con recursos de poder que ser feminista siendo “una nadie” y que yo tendría que lograr puentes entre todos los feminismos si quiera que las mujeres, contra todo pronóstico, lograran gestionar su derecho a la vida digna y por ende todos sus derechos.

Fui cristiana devota y perseguí al feminismo porque era ignorante y de alguna manera el feminismo me quitaba la idealización de Dios en mi vida y cuestionaba todo lo que yo creía. Perseguí a las mujeres que abortaban.  Todos los días de mi vida me arrepiento de ello.

Me parece curioso que a mí me pasara la misma situación que a Saulo de Tarso. Igual que San Pablo, tuve una experiencia personal con Dios  que me hizo cambiar de parecer y arrepentirme de todas y cada una de las veces que perseguí, condené y señalé moralmente a cada mujer que decidiera  abortar. Me vi cara a cara con Dios y ese Dios no me agradó; me pareció narcisista e injusto y por tanto no me representaba. No dedicaré mi vida a perseguirlo, sea que realmente exista o que sea un invento. Simplemente dejé de servirle.

Mi único objetivo feminista es compartir mi experiencia de emancipación diaria con todas las mujeres que conozco e inspirarlas a iniciar su propia  manera de expandir el feminismo “en el mundo”. No ser académica no me ha impedido tener actualmente un grupo interdisciplinario de pensamiento y acción con diferentes profesionales. ¿Saben por qué? Porque el feminismo me dio la oportunidad de darme cuenta que no hay límites para ninguna mujer abanderada de su derecho y su libertad. Y que aunque las cifras de violencia de género y feminicidio son escalofriantes, la buena noticia es que cada vez somos más mujeres dispuestas a entregar nuestra  propia vida para lograr cambiar las cosas,  junto a hombres que han decidido renunciar a sus privilegios y replantearse su masculinidad...

Gracias a cada día de militancia en el feminismo me siento más libre.  Y quise lograr que todas las mujeres, en especial las más vulnerables y desprovistas de toda herramienta de poder, tengan esta experiencia en su vida.

* Ideóloga feminismo Artesanal. 

 

 

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