Santos: alfil de la legalización de las drogas

Santiago Villa
25 de julio de 2018 - 04:00 a. m.

Juan Manuel Santos tuvo esta semana una de las entrevistas más duras de su vida. El programa Conflict Zone de DW lo sometió a 26 minutos de feroz y riguroso interrogatorio que ilustró las contradicciones de la negociación de paz con las Farc, de la aprobación e implementación de los acuerdos, y finalmente de la política de los falsos positivos y la permisividad del Estado colombiano con los crímenes cometidos por la cúpula militar desde que él fue ministro de Defensa.

En un segmento del intercambio, no obstante, Santos le sacó la ventaja argumentativa a su entrevistador. El periodista Tim Sebastian, que lo observaba sobre unos lentes que tenía acomodados casi en la punta de la nariz, y trató al presidente de Colombia con una deferencia similar a la usada por el profesor de “Another Brick in the Wall” para inspeccionar el libro de poemas de su estudiante en la película The Wall, a mitad de la entrevista llegó al tema del aumento en las hectáreas de coca.

Sebastian dijo que el presidente Donald Trump le llamó la atención a Colombia porque los cultivos aumentaron 11% desde el 2016, y Santos a su vez dijo que le contestó a Trump que también era inaceptable el aumento de 81% en el consumo de cocaína en Estados Unidos.

La cifra de 81% es improbable, si no imposible, y también lo es que Santos haya tenido un intercambio tan audaz con el presidente de los Estados Unidos. Pero Santos desarrolló su respuesta y lanzó el giro que en otro estilo de entrevista -una que estuviese más centrada en el análisis de temas y no en la responsabilidad política del entrevistado-, habría podido llevar a hablar sobre la forma como el mundo ha insistido en tratar el tema de las drogas.

- Este es un problema que el mundo tiene que abordar de una manera diferente - dijo Santos.

El entrevistador, con el olfato por la evasiva propia de un padre severo, le quiso cercar:

- ¿Pero, qué hay de su parte en esto?

Santos entonces se perdió en la explicación de una política de erradicación de cultivos que, como todas, son cifras alegres e inviables que no se van a cumplir. Cometió incluso el error de decir que el panorama era alentador.

El entrevistador, con razón, rio.

- Niveles no vistos en más de 20 años de registros, ¿eso es alentador?

Entonces Santos volvió a la trampa de los numeritos: que se han erradicado 50 mil hectáreas de coca, que se han incautado 500 kilos de cocaína. Finalmente atacó el meollo de esta discusión.

- Colombia es el país que más se ha sacrificado en esta guerra contra las drogas, que el mundo declaró hace 45 años y no ha ganado.

- Pero usted se niega a aceptar su parte en esto - anotó Sebastian, refiriéndose ya no a la responsabilidad del gobierno Santos en el aumento de los cultivos, sino al tráfico de drogas, y fue cuando resbaló en un error que le permitió a Santos una respuesta brillante.

- Claro que aceptamos nuestra parte. Es una lucha que nos ha costado nuestros mejores líderes, nuestros mejores periodistas, nuestros mejores jueces, nuestros mejores policías, y a pesar de eso seguimos siendo el exportador número uno de cocaína en el mercado mundial, a pesar del tremendo esfuerzo que hemos hecho. ¿Por qué? Porque el mundo tiene un enfoque equivocado del problema de las drogas.

El entrevistador no pareció muy impresionado.

- Usted no puede simplemente culpar al mundo. No es sólo el consumo - respondió.

- ¿Perdón? - dijo Santos, quizás un poco desconcertado porque el mejor despliegue retórico de su entrevista cayó en un pozo de desprecio.

- Aquí hay un mercado que funciona y que proporciona a la gente enormes sumas de dinero.

Y allí Sebastian terminó por caer en la trampa común de quien no entiende la economía y práctica del negocio de la droga. Asume que los países productores, si atacan la cadena dentro de sus propios países, podrán eliminar la producción.

Juan Manuel Santos demostró en esta entrevista que tiene claro el problema y que podría estar dispuesto a representar internacionalmente, con el peso de un Premio Nobel de Paz, la única solución estructural a la violencia y corrupción del narcotráfico: la legalización de la cocaína y las demás drogas.  

Ser funcionario del Estado colombiano, o de cualquiera de las agencias de cooperación y vigilancia encargadas de sustentar la lucha contra las drogas, implica un ejercicio propio de Sísifo: demostrar que hay avances, que sí se puede, que rodaremos esta piedra hasta la cima del Tártaro. Ese es nuestro infierno.

La guerra contra las drogas en Colombia no se va a ganar y el país seguirá desangrándose con esa insensata mezcla de vergüenza y orgullo patrio que despierta ser, a la vez, el principal exportador de cocaína, y el país que se martiriza por la estúpida causa de impedir que los europeos y norteamericanos la inhalen.

Si bien Juan Manuel Santos es el colombiano que tiene, quizás, la mayor influencia internacional para representar una alternativa al tema de la cocaína, este poder tampoco es desmedido. En Washington, donde están los oídos más importantes, no lo escucharán con mucho entusiasmo, pero quizás en Europa sí.

Su trabajo no ha acabado con desarmar la guerrilla de las Farc. Si su compromiso con la paz de Colombia es a fondo, ahora deberá saltar al escenario internacional y defender la legalización de las drogas.

Twitter: @santiagovillach

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