Para ganar la presidencia de Colombia en 2022 los interesados deberán hacer una coalición. Para ello hay tres grupos que tienen los votos reales para superar el primer escollo de la primera vuelta: Gustavo Petro, Sergio Fajardo y el Centro Democrático. Será sobre los hombros de estas tres tendencias donde se podrán acaballar las fuerzas que quieran llegar a la Casa de Nariño el próximo año. Pero como van las cosas en estas pocas semanas de 2021, incluso el petrismo y el uribismo se pueden desinflar.
La lucha intestina e histórica de la izquierda en el país comienza a mostrar sus afilados dientes. No de otra manera se entienden las grietas de algunos sectores izquierdistas y de centro que ven a los seguidores del exalcalde de Bogotá como infectados de populismo para llegar a congregarse alrededor de una consulta interpartidista y escoger el candidato de esa tendencia. La reciente carta de renuncia de su anterior fórmula vicepresidencial, Ángela María Robledo, con sugestivas razones para abandonar el barco, afloraron múltiples reacciones que profundizan y lesionan la antigua causa de quien hoy, gracias a Petro, ocupa una curul en la Cámara de Representantes. Otro round que batalla el excandidato es la permanente diatriba que recibe por parte de Claudia López y la senadora Angélica Lozano. Sus acompasados embates son variados pero enfocados en catalogarlo de demagogo y “trumpista” a la colombiana. Lo expresan sin sonrojarse luego de haberlo acompañado en algunas de sus campañas. Dirán, sustentadas en el exministro Sabas Pretelt, “la política es dinámica”. Por último, queda la insular y coherente postura de Jorge Robledo cansado de tanta refriega y rechazando posiciones de Gustavo Petro. Montó rancho aparte contemplando una posible aspiración con su propio tono, esperando potenciar su electorado o caer en los tibios brazos de Sergio Fajardo. En resumen, como Colombia, los neo-despercudidos amigos del líder de la oposición parlamentaria se deshumanizan y sacan a relucir sus insolidarias posiciones políticas con tal de garantizar su vigencia, así sean acomodadas y apuntando, como somos los colombianos, a la desmemoria.
El otro grupo que por estos días muestra afanes y desgastes es el Centro Democrático. La ausencia de su máximo líder y creador, Álvaro Uribe, en las elecciones del 2022 sin duda evidencia la voto-dependencia de este partido. La percepción que dejan es la disminución de caudal electoral, en principio, al no tener el nombre del expresidente en el tarjetón para senado. Son muchas las ideas que resuenan. La más reciente fue invitar al exconcejal liberal Miguel Uribe Turbay para estar en la primera línea de la lista congresional. Como idea puede ser buena porque el excandidato a la alcaldía de Bogotá tiene conocimiento y juventud, además de la antigua cercanía entre la casa Uribe y Turbay, pero su implementación puede dejar varias enconadas frustraciones de álgidos grumetes de la rabiosa barra uribista. Siempre estas audacias dejan lesiones. El otro elemento es la forma como termine el “vacunazo de Duque” que comienza en febrero. Si el plan de vacunación funciona, como todos deseamos, la tarea del presidente sobre el manejo de la crisis del Covid-19 será agradecida por el país. Pero si muestra errores en su puesta en marcha nuestra querida Colombia desatará el odio y olvidará las virtudes, así sean recientes. Por último, está el aterrizaje de uribistas nuevos a esa alianza que podría causar urticaria en los rabiosos seguidores del exmandatario.
Como dice el académico mexicano Enrique Krauze, cada época tiene ciclos políticos compuestos por cuatro movimientos que actúan como en una sinfonía: creación, conservación, crítica y, en el que para el bien de los colombianos podríamos estar asistiendo: la ruptura.