Se desvanece la democracia

Columnista invitado EE
10 de abril de 2020 - 04:39 a. m.

Por: Miguel Villa Uribe

Hemos llegado a una crisis institucional no vista desde los tiempos del proceso 8.000. Podría decirse que la crisis sanitaria ha destapado el problema, y en parte sí, pero en parte también ha ocultado otros aspectos, como es el caso del Ñeñé Hernández, este reconocido ganadero que a la vez lavaba activos del narcotráfico y se inmiscuía en la compra de votos con personas cercanas al expresidente Álvaro Uribe, repartiendo dinero en varias zonas de la región Caribe para la elección del actual presidente. Situación que niegan tajantemente el expresidente y su partido, pero en el fondo lo más problemático es que el fiscal general que investiga este caso es muy cercano al presidente, dado que la elección del mismo es presentada en ternas por el gobierno donde incluye personas de su confianza. Por tal motivo es muy probable que este caso pase de agache en su investigación.

Como este, se destapa otro caso que desafortunadamente golpea nuevamente al gobierno y en especial a la vicepresidenta, Marta Lucia Ramírez. La compra de un predio por parte de la constructora de su esposo, Álvaro Rincón, a un presunto narcotraficante de nombre Guillermo León Acevedo, a quien nunca se le han podido imputar los delitos de narcotráfico, pero después de una larga investigación por parte de la ONG InSight Crime, y su director Jeremy McDermott, lograron determinar el “repertoire” criminal de alias “Memo Fantasma”, y de esta forma logra ensuciar el nombre de la vicepresidenta, que a la larga nada tiene que ver con esto, ni su esposo, que al hacer sus averiguaciones en la compra del inmueble nadie pudo encontrar ningún indicio de sus actividades criminales, pero que tristemente terminan siendo accesorios al lavado de activos, materia que ha sido repudiada por Marta Lucia ampliamente a través de su carrera.

Por otro lado, ya entrando en la crisis sanitaria, sale otro de los problemas dentro del gabinete del presidente y es la forma en que se hace remezón cada vez que alguno de sus ministros tiene un problema pero que en varios casos lo único que hace es cambiarlos de cartera y no asumiendo el costo político. Las críticas a la canciller, Claudia Blum, no se han hecho esperar, quien no aparece para atender vitales contingencias como la frontera con Venezuela o los pedidos internacionales de ayuda humanitaria. Es increíble cómo, manejando la cartera de asuntos internacionales, se niega a dar entrevistas a los medios de comunicación. Ya desde la Cámara de Representantes están expresando su inconformidad frente al asunto, el cual podría desembocar en un nuevo intento de moción de censura a alguno de los ministros del actual gobierno. Lo mismo ocurrió cuando Guillermo Botero tuvo que salir del Ministerio de Defensa por las constantes presiones públicas y del mismo Congreso, que le hizo dos mociones de censura por sus salidas en falso. Por tal motivo, Carlos Holmes pasó a reemplazarlo en su cartera, saliendo este de la Cancillería, la cual hoy es liderada por Claudia Blum.

Otra cantidad más de criticas se les han sumado a las carteras del Interior y Ambiente y Desarrollo Social. Y no podemos olvidar el caso de Juan Pablo Bieri, quien salió con fuertes criticas de la dirección de RCTV, para convertirse en asesor político de Duque con un contrato de 468 millones de pesos por 25 meses y la devuelta del embajador de Colombia en Uruguay, Fernando Sanclemente, por el hallazgo de un laboratorio de cocaína en su propia finca. 

Ahora entremos al Congreso, el cual no está operando de forma regular desde el inicio de la cuarentena. Lidio García, presidente del Congreso, ha hecho muy pocos esfuerzos reales para legislar ya sea de forma virtual o real. Dice que todo depende de un decreto que elaboró el ejecutivo para poder legislar virtualmente, pero que aún esperan la aprobación del mismo en la Corte Constitucional. Mientras tanto, los medios y la ciudadanía le estaban pidiendo que legislen en persona, hecho que sí representa un peligro para la salud de los congresistas, y Lidio lo defiende mal, saliendo con excusas absurdas como pedir la autorización para ingresar al capitolio en momentos de cuarentena a Claudia López, lo cual es falso, ya que la alcaldesa no tiene la autoridad para negar el ingreso de los congresistas al capitolio.

Otras alternativas que sugiere implementar son quitar sillas en el Congreso para que haya más distancia entre cada congresista o limitar el acceso del personal del Congreso a las sesiones. Sin embargo, todas estas son mañas para dilatar el proceso legislativo ya que no llega a ninguna solución, mientras él se encuentra pasando cuarentena en su hogar en Cartagena. Por otro lado, también es cierto que varios congresistas tienen más de 70 años y algunos otros tienen problemas de salud, por lo que no deberían salir de sus casas y mucho menos para entrar a un recinto lleno de gente, siendo la forma virtual la mejor solución para legislar. Sin dar más vueltas al asunto, en Colombia no hay Congreso en este momento para hacer control político, y si tenemos suerte, se hará después de los 30 días de la declaratoria de la emergencia económica por parte del presidente de la República, cuando este levante la cuarentena.

Estos y muchos otros casos están golpeando fuertemente el gobierno y la democracia colombiana en momentos en que estamos afrontando una de las peores crisis que hayamos tenido en muchos años. Y la crisis no es solo sanitaria, es política, es social, es económica. En tan solo un mes, se está reventando una olla a la que íbamos lentos pero seguros; se está notando la fragilidad de nuestra democracia ante la inminente presión que producen los acontecimientos actuales. Pareciera que el mundo sigue operando ante la adversidad, pero en Colombia estamos completamente estancados ante la situación, aún estamos resolviendo si las medidas que se están tomando son correctas o no. Tenemos que legislar, tenemos que parar a toda costa la corrupción que se está presentando en los presupuestos de ayuda humanitaria y mantener la seguridad de los ciudadanos. Esperemos que esto pueda cambiar el rumbo del barco y empecemos a tomar mejores decisiones en el futuro, antes de llegar a aguas que no podamos navegar.

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