He leído que Jorge Luis Borges escribió que “cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios, sino los tiempos”. Desde marzo de 2020 el tiempo ocurrió en sitios determinados y estáticos: la casa, la choza, la mansión, la finca, la hacienda, el apartamento. Esto fue así para quienes tenían un sitio en el que acampar y guarecerse. Los que no, vieron aparecer por vez primera la tranquilidad de habitar la calle, el puente, la terraza, el parque y el andén sin mayores tensiones (a no ser la persecución a indigentes en Floridablanca, Santander, por parte de paramilitares con machetes denunciada en esta columna) con la gravedad de que las migajas de comida recolectadas ahora desaparecían
Con esta pandemia que ha gastado todo, incluso el lenguaje, pues desgastó una metáfora (“la nueva normalidad”, la llaman) antes de la aparición de la vacuna para garantizar la vida, el tiempo se evaporó. Y ésta no pretende ser una de esas expresiones verbales dotadas de gran poder de representación: no hay nada que representar porque todo está escenificado de manera vívida y cruenta.
La casa es la cápsula en la que el tiempo recibió su muerte. Todo sucede como en el filme El día de la marmota que también se conoce como Hechizo del tiempo o Atrapado en el tiempo. Los días son iguales, del mismo color. La pandemia nos lleva a vivir un presente eterno. El mañana posee la dualidad de saber que ocurrirá lo mismo. Y lo mismo es la ventana como un cuadrito en movimiento (que nombrara el poeta Luis Vidales), los oficios de la casa, la organización del pico y cédula para determinar quién saldrá por el mercado; la masacre diaria; la pelea doméstica incontenible; la noticia de la muerte del famoso(a) o de la amiga cercana; el show del subpresidente Duque impertérrito recitando su discurso falaz.
Pasado este tiempo (no-tiempo) la casa será un recuerdo macabro o un lugar que transformamos para sobrevivir, un lugar en el que cada ser pueda fundar un hecho para sentirse bien dentro de las posibilidades y de los recursos que están a su alcance. Pero el tiempo empleado en esto será recordado de manera ingrata y turbia.
El tiempo será un hacha que destruye los espacios en los que ocurre lo mismo y ante la inercia vivida por los malos ratos, hay que levantarse e incluso elogiarlo tal cual hizo el poeta Gabriel Zaid: ¡Qué extraño es lo mismo! /Descubrir lo mismo/Llegar a lo mismo. / ¡Cielos de lo mismo! /Perderse en lo mismo. /Encontrarse en lo mismo. / ¡Oh, mismo inagotable! /Danos siempre lo mismo. /
COLETILLA: Maravillosa la consigna que escuché a la escritora Laura Restrepo en Los Danieles: “Estados Unidos invade a Estados Unidos para salvar la democracia”. Tal cual como aquí: “Hay que salvar a Colombia en el 2022”, dijo su principal verdugo.