Atalaya

¿Se leen aún los periódicos impresos?

Juan David Zuloaga D.
02 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

Habituados como estamos a que nos lleguen notas informativas y artículos de todo género a través de los teléfonos inteligentes y de las redes sociales que usamos más o menos día a día, se ha hecho usual que al cabo de la jornada terminemos leyendo artículos de distintos medios procedentes de muchos países y escritos en diversos idiomas.

Esta situación ha dado la sensación a muchas personas de que el periódico impreso se ha vuelto superfluo. Personalmente no cambio el diario impreso y constituye para mí uno de los placeres del día recoger en la mañana el ejemplar que me garantiza mi suscripción a El Espectador. Hay otros que encuentran placer en leer las noticias en su tableta mientras van en el taxi o en el computador cuando llegan a la oficina. Unos más (y en Colombia son muchos) encuentran placer, en cambio, en el cultivo de la ignorancia, periodística y libresca, huelga añadir.

Sea como fuere, yo, que sigo cultivando el viejo placer de leer en papel y de hojear cuanto libro, revista y periódico pasa por mis manos, me pregunto de cuando en cuando si se leen aún los periódicos impresos. Una pequeña anécdota quizás venga en nuestra ayuda a darnos certera respuesta. Hace unos meses me mudé a un edificio en el que no hay portería, de manera que correspondencia, cuentas, publicidad y publicaciones periódicas las tiran bajo la puerta del edificio y cualquier buen vecino que entra o sale acomoda todo ese arsenal de papel impreso en unos casilleros de madera bien dispuestos para tal destino. Pues he aquí que los primeros días de estar habitando en esa nueva locación vi con tristeza cómo se perdían algunos ejemplares de mi periódico, aunque desde El Espectador venían debidamente rotulados con el número del apartamento. Bastaba con que demorase un poco en bajar a buscar mi periódico para que un vecino madrugador y amante de la información fresca e impresa se regocijara con el ejemplar recién salido de la prensa. Me vi, entonces, en la penosa obligación de escribir a mis vecinos, en uno de estos grupos que para asuntos de la comunidad y la administración del edificio tenían ellos, diciendo que, como quizás habían podido notar, estaba suscrito al diario El Espectador, y que si por algún acaso un vecino encontraba mi ejemplar a la entrada o a la salida del edificio tuviera la gentileza de depositarlo en el casillero o de dejarlo en la mesa de entrada, mientras yo bajaba a buscarlo.

Desde entonces he vuelto a tomar mi café hojeando el periódico, leyendo sus columnas de opinión, los artículos sobre cultura y estudiando el horóscopo, para ver qué me depara el mundo en general y la situación con mis vecinos en particular….

De todo lo cual se infiere que los periódicos impresos sí se leen, que todavía quedamos algunos que encontramos placer en recibir ese ejemplar recién publicado que recogemos en casa o cuando vamos a la panadería de la esquina a buscar noticias y panes frescos, y que ese placer inveterado no ha envejecido, las que han envejecido son las ganas de pagar por el diario que trae las noticias, aunque sea bueno.

@D_Zuloaga, atalaya.espectador@gmail.com

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