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Se nos quedó

Ramiro Bejarano Guzmán
07 de noviembre de 2007 - 03:39 p. m.

Vuelve y juega. el mismo cuentico de siempre. Uribe no quiere que lo reelijan, pero sí sus amigos. Como en la pasada ocasión, también en esta oportunidad terminará estando de acuerdo, no importa que el costo de esa trampa sea ultrajar otra vez el Estado de derecho.

Lo que es indignante no es sólo que el primer mandatario de nuevo esté en campaña electoral, sino que haya dejado conocer su solución de quedarse en el poder, a través de una amenaza y un castigo. La lógica presidencial consiste en que si pasa algo catastrófico en lo que resta de su propio gobierno, en vez de asumir su culpa y dejarle el lugar a otra persona, nos sancionará quedándose otro período y quién sabe cuántos más. En otras palabras, si ocurre la hecatombe, el remedio será un cataclismo.

El país está anestesiado con el embrujo totalitario; para muestra, la actitud obsecuente de los parlamentarios uribistas que de viva voz fueron notificados de que la próxima elección presidencial será a sangre y fuego, sin que nadie se atreviera a controvertir la aventura. Es insólito, por decir lo menos, que ninguno de los congresistas que oyeron tan lamentable sentencia presidencial se hubiera atrevido siquiera a preguntarle qué es lo que entiende por hecatombe o al menos plantearle la inconveniencia de reformar otra vez la Carta Política, para ajustarla a sus necesidades personales. Con su silencio, estos padres de la patria se arrodillaron ante el mesías y se volvieron cómplices ante la historia.

¿ Cuál podrá ser la razón para que Uribe en vez de retirarse a sus cuarteles de invierno y ejercer de ex presidente, insista en hacerlo como presidente? Son muchas, pero sólo refiero dos, aclarando que todas se relacionan con el bienestar personal del interesado, ninguna con el bien de Colombia.

La primera, la ambición desbordada de creerse un ser providencial, el hombre de la "inteligencia superior" que tanto alaba el verbo cínico de José Obdulio, el siniestro primo de Pablo Escobar, de quien ojalá algún día sepamos cuáles fueron sus andanzas en la campaña contra Samuel Moreno y quiénes sus secuaces. La segunda, la necesidad de garantizarles a muchos de sus amigos financiadores del paramilitarismo, que no serán molestados judicialmente y que podrán seguir viviendo tranquilos, aunque tengan podridas sus conciencias. Por eso hoy algunos uribistas pura sangre están celebrando y de fiesta, porque aunque perdieron con Peñalosa, ya Uribe les aplicó su bálsamo tiránico que todo les alivia.

Detrás de toda esa patraña reeleccionista está el tristemente célebre Luis Guillermo Giraldo, sosteniendo la inmoral tesis de que mientras sea el pueblo quien reelija al Presidente, eso es democrático. Monstruosa mentira. Cuando Uribe se lance por tercera vez apabullará a cualquier contrincante, porque tendrá a sus pies al Congreso, a los empresarios, a los medios, a más periodistas, a la Iglesia, a buena parte de las Cortes, a la Fiscalía, y a todos los oportunistas de siempre. Entonces como ahora será el más grande latifundista del derecho a denigrar y a insultar, el que aplicó el altanero e ignorante Comisionado de Paz para agredir a Carlos Gaviria, sólo porque se atrevió a opinar diferente sobre el delito político.

Las cosas hay que llamarlas por su nombre, esto es una dictadura, como en los tiempos de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana o en los de Fujimori en el Perú.

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Adenda N° 1.- Vivir para verlo. El sinuoso ex fiscal Alfonso Valdivieso, el que con un expediente judicial amañado casi acaba con la carrera política de Serpa, reapareció a su lado echando codo como un vulgar lagarto para que pudieran verlo en la tarima del victorioso nuevo gobernador de Santander.

Adenda N° 2.- Qué pena con el presidente Gaviria, pero con su receta de levantar las restricciones a los funcionarios para que intervengan abiertamente en política, porque todos politiquean, también habría que quitar los semáforos.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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