Se soluciona con un referendo, dr. De la Calle

Daniel Mera Villamizar
18 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Solamente un pronunciamiento popular explícito puede dar legitimidad y seguridad  a los acuerdos de paz.

Reveladora la entrevista de Humberto de la Calle en El Tiempo por las declaraciones de José Obdulio Gaviria sobre modificaciones al acuerdo con las Farc. El precandidato presidencial sofoca al observador de antes y no se permite atisbar que estamos en un interregno de la voluntad popular.  Después del No, hasta que el pueblo no se pronuncie de nuevo sobre los asuntos de la paz, no tendremos certeza histórica. Congreso no mata pueblo o plebiscito.

Desde cualquier ángulo, estamos viviendo un tiempo de anomalía histórica. Una prueba es que no salen de su asombro mutuo los del Sí y los del No.  A Humberto de la Calle le resulta inverosímil que José Obdulio Gaviria diga que un gobierno liderado por el Centro Democrático corregiría el acuerdo de paz, y a los del No les parece inverosímil que Humberto de la Calle crea que un “compromiso de Estado” se establece como hizo el gobierno.  Esta deliberación consumirá las energías democráticas si no la zanja el pueblo.

Pero tenemos un problema: el liderazgo de la paz a cualquier precio ha venido aceptando la concepción de las Farc según la cual “la paz es un derecho contra-mayoritario”, que “no se consulta“, como nos lo recordó Iván Márquez al recibir el Premio Nacional de Paz. Ya no es solo el temor a perder un nuevo plebiscito o referendo, sino que hay una filosofía política adversa a consultar al pueblo.  De las Farc se entiende, pero De la Calle tiene otra matriz de pensamiento.

Él podría decir: “el documento marco con el ELN contempla 'un acuerdo sobre refrendación que consolide lo pactado y lo proyecte hacia el futuro'; pues bien, en esa refrendación podemos terminar de despejar dudas respecto del acuerdo con las Farc”. No lo dice porque no están pensando en una refrendación popular si se firma un acuerdo final con el ELN. De hecho, en el acuerdo general de 2012 con las Farc tampoco se preveía que la refrendación fuera popular.  ¿Por qué, entonces, se hizo el plebiscito de 2016?

Porque era tal la desconfianza de los ciudadanos sobre lo que firmaría con las Farc, que el presidente-candidato Santos no tuvo más opción en 2014 que tranquilizar reiterando de modo inequívoco que habría refrendación popular.  Y el alcance de esta era clarísimo: “Este plebiscito es el mecanismo idóneo para que el pueblo colombiano determine –con su voto– si este acuerdo debe convertirse en una política de Estado”, dijo el presidente en audiencia de la Corte Constitucional en mayo de 2016. Así que tras el 2 de octubre lo que tenemos es una política de gobierno que quieren volver de Estado por un procedimiento legislativo carente de legitimidad.

La solución para acabar este interregno anómalo es volver a consultar la voluntad popular, no seguir al vaivén de los “lineamientos”  de la Corte Constitucional. Se necesita un marco de política de Estado para los acuerdos de paz, es decir, unos principios y límites, que deberían ser concertados con los partidos y movimientos representados  en el Congreso.  Y luego puestos a validación del pueblo en un referendo,  con preguntas lejos del espíritu de "el presidente tiene la facultad de redactar la pregunta que se le dé la gana" (un lindo aporte para una política de Estado).  

Esos principios y límites pueden parecer increíblemente razonables en 2018, porque pocos querrán repetir con el ELN la experiencia de concesiones a las Farc y porque, en últimas, sí ha habido un cambio cultural hacia no aceptar la violencia pretendidamente política.

Ciertamente, puede parecer “perfidia”  de algunos partidos si apoyan que se discuta con las Farc un arreglo conforme al resultado de un referendo. Pero “perfidia”  de la nación colombiana no, doctor De la Calle, porque está claro que el gobierno no representaba sino a la mitad de los colombianos en este acuerdo y que no hizo lo necesario para poder representar a la totalidad.

Tampoco “es una invitación a regresar al conflicto armado con todas sus consecuencias”. 

Después de cinco años se supone que las Farc aprendieron en La Habana que “fuera de la fuerza legítima del Estado, no hay violencia buena ni violencia mala”, pero se cae con facilidad en el expediente de presentar como opción  justificable la violencia que ellos podrían ejercer si las decisiones bajo el Estado de Derecho no se acomodan a sus exigencias. Además, de modo realista, las Farc ya dijeron que en adelante solamente usarán la palabra como arma de lucha.

Es una situación compleja con las Farc, con tensión aguda de principios para aplicar, un elemento entendible en anomalías históricas, pero no por eso hay que renunciar a interpretar al conjunto de la sociedad. @DanielMeraV

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