Se venden humanos

Yolanda Ruiz
07 de diciembre de 2017 - 03:30 a. m.

Siempre hay hechos que retan nuestra capacidad de asombro. No importa cuánta guerra, cuánta muerte, cuánta violencia insensata hayamos tenido que enfrentar, siempre algo puede ir más allá y hay historias que nos tocan, que duelen, que quitan el sueño. Cuenta CNN en un impactante reportaje que en Libia hay subastas de esclavos. En pleno siglo XXI, en oscuras bodegas, los migrantes ilegales son ofrecidos al mejor postor en una puja que parece traída de otro tiempo, de otro siglo. Los presentan como ganado, destacan sus dotes y su fuerza para el trabajo y comienzan las ofertas. Por 400 dólares se puede comprar una persona. Son seres humanos traficados por bandas que se lucran de la miseria ajena porque comprar y vender personas es hoy uno de los negocios más lucrativos de los delincuentes que tienen redes que traspasan fronteras.

Eso pasa en Libia pero en Colombia hay otro mercado negro que golpea también la dignidad humana y agrede a los niños que son los más vulnerables. Según Mario Gómez, el fiscal delegado de Infancia y Adolescencia, dentro de los miles de crímenes atroces que se cometen todos los días contra menores aparece una compraventa que aterra: los capos de las bandas criminales compran la virginidad de niñas para ofrecerlas como regalo a sus hijos o invitados en las fiestas. Me pregunto si no son muchas veces los mismos padres quienes venden a sus niñas para ser explotadas sexualmente en un mercado que existe como el de Libia, que es real y nos debe avergonzar a todos.

La periodista que reporta desde Libia en un momento de su trabajo se queda sin palabras y dice en un tono desolado: “Sinceramente no sé qué decir”. Conozco esa sensación porque hay momentos en los cuales lo que se diga sobra. Cuando escribo estas líneas paso horas y horas intentando encontrar palabras para relatar la indignación, el dolor, la impotencia que siento ante noticias que vivimos acá o que llegan del otro lado del mar pero en realidad no tengo una idea coherente para aportar. ¿Qué decir ante los crímenes atroces que se cometen contra los niños? ¿Qué decir cuando los convertimos en mercancía? ¿Qué decir cuando alguien puede vender o comprar una persona sin que le duela el alma?

La denuncia de CNN le dio la vuelta al mundo, ya se anuncian serias investigaciones y se han escuchado pronunciamientos de la ONU y de algunos líderes del mundo. Muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras son los mismos que promueven las guerras y las hambrunas que sacan de sus casas a esos migrantes que se lanzan al vacío buscando una oportunidad que no encuentran porque les cierran las puertas. Mientras tanto en Colombia se presentan estadísticas de los abusos, se alerta por la venta de niñas para ser abusadas y también por la trata de menores que llegan de Venezuela para convertirse en esclavas sexuales. Porque también aquí vivimos nuestro drama de migrantes que huyen de una tragedia para encontrarse a veces con otra de este lado de la frontera. Las autoridades hacen lo que pueden pero la película de terror no para. Va más allá de las leyes, tiene que ver con la pérdida de límites de nuestra pobre especie. ¿Estará en nuestro ADN?

Cuando los humanos se convierten en mercancía lo demás palidece. Se vuelven insignificantes otros debates, otras preocupaciones. Intento comprender el fenómeno, darle contexto, ubicarlo en su justa medida pero no encuentro una explicación que me haga entender cómo un ser humano puede hacerle eso a otro sin perder su propia humanidad, sin degradarse a sí mismo. El mercado, que todo lo corroe, también les puso precio a los humanos y a la virginidad de una niña. Ante esa realidad mejor callar y llorar.

 

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