Seducción pública hacia la convivencia

Arturo Guerrero
04 de mayo de 2018 - 04:00 a. m.

No es la economía, no es la injusta distribución de la riqueza, no es la destrucción de la naturaleza, no es la inseguridad callejera, no es la corrupción. No. El problema fundamental de la actual Colombia es la polarización.

Cuando medio país no puede ni ver al otro medio, no existe un país sino dos. Cuando esta división no es la normal diversidad que se da en cualquier sociedad, sino una exclusión total, una carnicería a muerte, entonces no se puede hablar de nacionalidad ni de patria ni de república. No hay “cosa pública”, ni nada público.

Un territorio cercenado mentalmente y cuarteado en el corazón es un costal de anzuelos. Todos contra todos, a pesar de ser vecinos y vivir mezclados bajo el mismo nubarrón que en cualquier momento se agriará en tormenta.

En estas condiciones ningún gobernante logra gobernar. Se separó a la población en bandos extremos sin la mínima conexión, sin hilos que estrecharan sus almas. Los extremos expulsaron las zonas intermedias y urgieron a cada ciudadano a tomar partido, es decir, a partirse.

En un lado quedó la novia, en otro el novio. Los padres se silencian frente a los hijos en la mesa que supuestamente comparten. ¿Los amigos? Fueron arrebatados por las posiciones irreconciliables. Se fracturó la convivencia, se agrietaron las íntimas solidaridades.

De manera que el cáncer de estos días no pertenece al orden de las cosas materiales sino a la sustancia de la cultura. El siglo XXI ha significado la llegada de la insolencia a la altísima magistratura del Estado. Desde ella se esparció el veneno, a caballo, con palabras inyectadas.

Por eso, de las próximas elecciones a esa magistratura dependerán el remedio o el recrudecimiento de este cáncer. Es que no existe un extremo sin su contrario. El envenenador inicial necesita para sobrevivir a un envenenador contradictor. El extremista de un flanco sube espumoso, en su reyerta contra el extremista del otro. Por eso se asemejan en su lenguaje trompadachín.

Por el camino de los extremos el país continuará en extrema gravedad. Si gana el primero, los perdedores sabotearán desde la oposición, como siriríes, al enemigo que es preciso destruir. Si gana el opuesto, los capitales se fugarán, el mundo entero condenará, los muertos seguirán siendo buenos muertos. En cualquier caso, Colombia será Guatepeor.

Aunque las encuestas los desdeñan, por fortuna existen voces y aspirantes que van por el camino del medio. Políticos que plantean como central el trabajo cultural. Aspiran a tejer puentes, a reconstituir la malograda generosidad de la gente. A volver a la cultura ciudadana como fundamento indispensable para que la vida sea vivible.

Es que solamente partiendo del problema fundamental es dable encontrar el auxilio pertinente. A una crisis de la cultura es preciso responder con una vasta seducción pública hacia la convivencia. La polarización se convirtió en demolición de la confianza entre compatriotas. Para edificar de nuevo este vínculo son precisas medidas que enseñen qué es la vida, de qué trata la ley, por qué los hombres somos animales, plantas, plancton.

arturoguerreror@gmail.com

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