Sepulcros blanqueados de la salud en Colombia

Luis Felipe Henao
16 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

El mundo está en guerra. La cifra de muertos por el coronavirus es de 130.000 personas en solo cuatro meses, lo cual supera las víctimas de gran parte de los conflictos armados de las últimas décadas. Esta confrontación no se libra en campos de batalla, sino en hospitales y clínicas de todo el mundo, que ven cómo los médicos caen uno tras otro en su lucha contra el coronavirus. Solo en Italia han fallecido más de 100 galenos y se han infectado por el virus más de 4.900. En España han muerto más de 25 y en Estados Unidos todos los días está falleciendo un profesional de la salud.

En Colombia la situación es angustiante. Muchos médicos han denunciado que no tienen los más mínimos implementos para protegerse del virus. Mientras tanto deben convivir con una explotación laboral en la cual la mayoría de ellos no tienen un contrato laboral, sino que están vinculados por contratos de prestación de servicios sin ningún tipo de garantías ni prestaciones sociales. La medicina es la carrera más larga, costosa y que exige mayores sacrificios físicos y mentales, pero la mayoría de galenos deben esperar más de una década después del grado para tener una remuneración al menos digna. Los médicos generales son objeto de incontables injusticias, mientras que los especialistas deben regalar de tres a cinco años de trabajo en clínicas y hospitales, lo cual hace que muchos no puedan tener una promoción en sus carreras.

No se sabe en qué mundo viven quienes aplauden la política pública de salud en Colombia en la última década. El Estado tiene deudas enormes con hospitales públicos en todo el país, el sistema de salud vive en una continua situación de colapso, que expone a los médicos a agresiones físicas y verbales de pacientes enfurecidos porque el sistema no permite que se les atienda antes de semanas o meses de espera. Mientras tanto, la única alternativa para muchos profesionales de la salud es doblarse en turnos inhumanos de 48 horas seguidas de trabajo para poder mantener a sus familias. Ya decía con razón el presidente de la Federación Médica Colombiana (FMC) que los médicos Carlos Nieto y William Gutiérrez, fallecidos en la lucha contra el coronavirus, no son héroes, son mártires.

Sin embargo, todos los días los aplaudimos en las noches como para limpiar nuestras conciencias, mientras somos testigos del desconocimiento masivo de sus derechos laborales. Escribimos cosas bonitas sobre ellos, mientras en las noches se les discrimina acusándolos absurdamente de propagar la pandemia. Al final la sociedad está construyendo sepulcros blanqueados para ocultar su hipocresía frente al sector de la salud.

Es el momento de aprovechar esta crisis para valorar a nuestros médicos. Ahora más que nunca hay que legalizar su situación laboral. Es absurdo exponerlos a dar su vida prestando un servicio sin contar siquiera con las mínimas garantías constitucionales. Tampoco tiene sentido alguno que no les brindemos la protección contra el coronavirus. Es como enviar a un soldado al campo de batalla sin uniforme, ni casco, ni armas. Colombia debe cumplir urgentemente su gran deuda con el sector de la salud que ha visto cómo en las últimas décadas su situación se agrava cada vez más.

 

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