Atalaya

Ser pilo no paga

Juan David Zuloaga D.
04 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Anunció el Ministerio de Educación Nacional que el programa Ser Pilo Paga no tendría continuidad en el presente gobierno. Aclararon que se cumpliría con los estudiantes que ya hacen parte del programa, pero que no habría nuevos beneficiarios. Dijeron que destinarían los recursos del antiguo programa a un nuevo proyecto educativo que reforzara el papel de la universidad pública.

Hasta el momento no ha dicho cuáles serán las medidas a tomar ni los planes que sustituirán al antiguo proyecto que, aunque tenía deficiencias que podían ser corregidas, tenía también muchas virtudes, empezando por el nombre: en este país en el que se suele aplaudir al avivato me parecía encomiable que, por una vez, se premiara al aplicado.

La principal crítica que se le hace al programa es que recursos valiosos de la educación quedan en manos privadas, cuando debieran servir para beneficiar a las universidades públicas. Eso es deseable, pero debiera hacer reflexionar que gran porcentaje de los beneficiados escogieran cursar sus estudios en la universidad privada. También podrían negociarse paquetes de matrículas con las universidades para beneficiar a más bachilleres con idéntico presupuesto (es decir, a mayor número de estudiantes recibidos menor debe ser la matrícula para el programa).

La principal virtud del programa, además de becar a los mejores bachilleres de Colombia, era la de haber encontrado vías para que se juntaran en un mismo espacio —la universidad— personas de distinta procedencia que, de otra manera, muy probablemente jamás se hubieran conocido. Se ha desestimado el argumento y se le ha tildado de equivocado y de elitista. No me parece poco que en el país de los estratos sociales, las dinámicas excluyentes y la inmovilidad social hayamos encontrado un medio para que personas de distinta procedencia económica y social interactuaran y crearan lazos de amistad. Hubiese sido interesante estudiar en diez o en quince años de qué manera esas relaciones trajeron bienestar económico y social a las regiones y las ciudades, y hasta a los pueblos de donde provenían esos meritorios bachilleres. De seguro que se habrían instaurado dinámicas políticas y sociales que en tan sólo una generación le hubieran cambiado la cara al país.

Pero es de lamentar que un programa de tal naturaleza muera por una razón más. A los estudiantes del programa Ser Pilo Paga se les reconocía con mucha facilidad —y escribe aquí un profesor que tuvo en sus aulas a muchos beneficiarios del programa—: llegaban en punto a las clases, con la tarea hecha y los textos leídos; habían entendido las lecturas; participaban en clase y preguntaban con interés dentro y fuera de ella; obtenían las mejores calificaciones; se solían sentar en las primeras filas del salón de clase y, como niños ilusionados a los que se les ha regalado un juguete con el que habían soñado desde hacía mucho, miraban el tablero con atención, la atmósfera que los rodeaba, sus compañeros de clase y la universidad de la que hacían parte y, ahí, bien dispuestos en su silla, orgullosos de lo alcanzado y prestos para aprender, se les veía, a lo largo de todo el semestre, un entrañable brillo en los ojos.

@Los_atalayas, atalaya.espectador@gmail.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar