El 2020 fue un año difícil para todos, pero fue particularmente ambiguo para la industria del entretenimiento. Por un lado, la producción audiovisual casi siempre implica la reunión de grupos grandes de personas y esto hizo que muchos sets de grabación tuvieran que cerrar abruptamente, que muchas series —The Good Fight es un buen ejemplo— se quedaran sin grabar su final de temporada y que otras, como Succession, aplazaran su producción para el próximo año. Sin embargo, con las cuarentenas el consumo de servicios de streaming se disparó y ver series se convirtió en un salvavidas para muchas personas aisladas y encerradas en casa.
Una de las mejores series de este año fue Euphoria, de HBO, que cuenta las vidas de un grupo de adolescentes, tocando sin prejuicios temas como la gordofobia, la adicción y las identidades trans. Sobre esto último, Alana Portero escribe en El País que muchas películas de los 80 y 90 (como Cocodrilo Dundee y Ace Ventura) enseñaron que era normal burlarse y atacar a las personas trans y se maravilla de que en una serie como Euphoria ser trans sea algo normal: “Han presentado al personaje, es trans, de acuerdo, siguen adelante que hay otras cosas más importantes que contar. No sé si esto es ‘normalidad’, ni me interesa, lo que sí sé es que es verdad. No hay más que contar en una vida trans por sí misma, la narrativa del dolor viene desde fuera, es lo que nos hacen, no lo que somos. En condiciones de igualdad absoluta nuestra vida sería como la de cualquiera, excepto por un pinchazo, un parche, un gel o un comprimido”. Euphoria, además, propone un discurso estético novedoso que conecta con la generación Z y tiene excelentes guionistas y actrices, tanto que la joven Zendaya se ganó un Emmy este año por su interpretación de Rue, la protagonista.
Otra serie muy innovadora este año fue Lovecraft Country, una antología de terror que está basada en y a la vez critica las ficciones del reconocido escritor H. P. Lovecraft, quien también era tremendamente racista. La serie cuenta la historia de una familia que se enfrenta a varios monstruos sobrenaturales y a una fuente de terror mucho más atemorizante por ser crudamente real: el racismo.
Otras series que me parece importante mencionar son:
Mrs. America, que cuenta la historia de cómo se consiguió que pasara en Estados Unidos la Enmienda de Igualdad de Derechos desde el punto de vista de su más fuerte detractora, la autora y activista conservadora Phyllis Schlafly. También se centra en algunas de las activistas feministas de la época, como Gloria Steinem, Betty Friedan y Shirley Chisholm, con todas las tensiones y desacuerdos que había entre ellas y que retratan lo complejos que son los movimientos de derechos humanos.
I May Destroy You, de la creadora británica Michaela Coel —quien escribe, dirige y protagoniza—, que se sale de la narrativa de la “buena víctima” y problematiza el consentimiento, el trauma y la violación.
Fleabag, con su aclamada segunda temporada, que también explora la idea de las mujeres como antiheroínas y está escrita por una de las mejores guionistas y comediantes de nuestros tiempos, Phoebe Waller-Bridge.
Cada año hago esta pequeña recomendación de series feministas para ver en vacaciones y me alegra que la lista es cada vez más fácil de hacer —porque se producen más programas con perspectiva feminista— y cada vez más diversa —por ejemplo, en términos de raza—. Lastimosamente la mayoría de mis recomendadas siguen siendo series en inglés, pero no dudo que pronto, quizás el próximo año, haya también producciones audiovisuales en español con perspectiva de género que merezcan la recomendación.