Sesquicentenario de Berlioz

Manuel Drezner
23 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.

El 8 de marzo de 1860, hace 150 años, moría Hector Berlioz, el primer y quizá más grande compositor romántico de Francia. Fue una figura revolucionaria en el arte francés de sus tiempos, ya que en términos generales, los compositores de ese país se aferraban a un academicismo del pasado que no permitía la evolución. Berlioz buscó nuevos caminos y eso lo simbolizó con su gesto en la Ópera de París, donde estaban representando por milésima vez la ópera del filósofo Rousseau, El adivino de la aldea. El músico arrojó sobre el escenario una peluca empolvada, para mostrar que esa obra pertenecía a ese pasado donde predominaban los nobles con esas pelucas, que fueron literalmente descabezados.

La vida de Berlioz tuvo cantidad de incidentes que mostraban una personalidad única. Su persecución por años a una actriz shakesperiana, con la cual finalmente se casó; su viaje desde Roma a París disfrazado de mujer para matar a otra llama amorosa que lo había abandonado (aunque a mitad de camino se arrepintió y se devolvió a Roma) y la forma como abandonó su carrera de medicina para dedicarse a la música son episodios de novela. Paganini, quien apreció tempranamente el talento de Berlioz, protagonizó una famosa escena donde se arrodilló después de un concierto ante el músico para rendirle homenaje. Tuvo que dedicarse a la dirección de orquesta y a la crítica musical (además de escribir un tratado de orquestación que aún tiene vigencia).

Pero todo esto es anecdótico, en comparación con lo que hizo Berlioz en la música. Fue, como se dijo, uno de los primeros que introdujo la revolución romántica en Francia, aunque su romanticismo no tuviera el lirismo y la poesía de otros como Chopin y Schumann, sino que más bien era un arte lleno de furia y de ímpetu. Eso se refleja en obras como la Sinfonía fantástica, un hito en el repertorio de las orquestas y donde se adelantó a Liszt en el concepto de poema sinfónico. Su gigantesca ópera Los troyanos, que solo hasta el siglo XX fue interpretada en su integridad, es una obra llena de inventiva e innovación dramática que la hace algo único. Curiosamente poco se metió Berlioz con la música de cámara, pero en la delicadeza de algunas de sus piezas puede adivinarse lo excelente que hubiera sido.

Este es un sesquicentenario importante y se está celebrando en el mundo artístico como se merece así entre nosotros, como sucede con frecuencia, las entidades que debían hacerlo lo han ignorado. Pero quienes amamos la música de Berlioz tenemos una gran oportunidad de volverlo a encontrar.

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