¿Si el largo plazo es estratégico, por qué insistimos en lo inmediato?

Felipe Jánica
10 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Estamos embebidos en una realidad global y derivado de ello se necesitan soluciones globales. Estar expuestos a los cambios tecnológicos y a una realidad digital conlleva muchos desafíos. Hacer o no hacer nada al respecto o incluso hacerse el de la vista gorda podría generar caos en la sociedad, en los Estados y en cualquier tipo de organización. Así las cosas, es necesario que los verdaderos líderes dejen de lado su timidez y su enfoque de corto plazo y en su defecto centren su atención en los cambios que deben adoptar sus organizaciones de cara a ser estratégicos a largo plazo.

Las megatendencias son una realidad. Hacer caso omiso de ellas resulta ilógico. Conocer cuáles serán los desafíos futuros en materia laboral implicará no solo un cambio en la forma sino en el fondo de cómo trabajamos. De la misma manera deberíamos tener claro cuáles son los comportamientos de los consumidores derivados de los cambios tecnológicos y digitales y que por supuesto se comparan con los de cualquier parte del mundo. Comprender cómo cambia el comportamiento de los interesados claves de las organizaciones producto de la nueva era tecnológica será crucial para el diseño de una estrategia holística y además que se itere en tiempo real. Saber que la regulación debería adaptarse a estos cambios no solo será el reto de líderes del poder ejecutivo, legislativo y judicial sino de la sociedad.

Conocer cuáles son esas tendencias a las que se les suman los cambios generacionales debe ser la prioridad de los líderes empresariales y de Estado, por ejemplo. En qué medida llegarán a afectar a sus organizaciones estos cambios en materia de cultura y comportamiento organizacional debería ser una las preguntas que deberían tener una estrategia claramente definida. La redefinición de la industria en la que se incorporen estas tendencias será crucial para el crecimiento sostenible de las organizaciones. Si esta es una realidad, ¿qué estamos haciendo para ser definitivamente estratégicos?

La dura realidad es que a pesar de conocer la importancia de estas megatendencias, de las que los países latinoamericanos no estamos exentos, poco es el avance en materia de cambios estructurales. Pareciera que la realidad de las reformas estructurales que deberían asumir los Estados se diluye con la energía que se invierte a lo inmediato. De la misma manera ocurre con las organizaciones privadas en donde se observa con frecuencia que el foco de atención sigue siendo el capital de trabajo y la excelencia operativa. Si bien es cierto estos asuntos, que a mi gusto son de corto plazo, son necesarios para mantener el equilibrio de la caja de las organizaciones, no lo son para mantener un crecimiento estratégico y de largo plazo si no se combinan con una planeación estratégica en la que se involucren las verdades inconvenientes propias de los cambios tecnológicos y digitales.

Es por esto que debemos ser enfáticos en una cultura estratégica. Una que tenga presente las megatendencias y en la que se insista, persista y no se desista en la idea de ser relevantes en el mercado. Una estrategia que siempre ponga en el centro de atención a sus clientes. Una que no confunda la relevancia del largo plazo con la eficiencia operativa. Una que realmente esté pensada estratégicamente en el crecimiento sostenible en donde vincule a sus interesados claves (sociedad, clientes, proveedores, colaboradores y/o empleados, medio ambiente y Estado) como parte integrante de dicha estrategia. Cuando comencemos a establecer prioridades basadas en pensamiento estratégico, comenzaremos a vivir el principio del cambio, mientras tanto y si nada hacemos, seguiremos en escabroso camino del corto plazo.

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