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El Caminante

Porque la vida ya no es sagrada

Fernando Araújo Vélez
02 de agosto de 2020 - 02:00 p. m.

No es suficiente con que la Constitución diga que la vida es sagrada, porque la Constitución es letra y nada más que letra. No es milagro. No es magia. No es suficiente con que por ahí, en algún colegio, un perdido profesor diga que la vida es sagrada, o que lo repitan unos cuantos artistas. No. Y mil veces no. No es suficiente con que en alguna reunión, con unos tragos de más, hayamos repetido que la vida es sagrada, y nos hayamos indignado porque cuando un candidato lo dijo, hubo quienes se burlaron de él por sus ingenuas teorías, llevados por los medios y nuestros opinadores, que siguiendo el juego de la política de masacrar al rival en lugar de debatir sus ideas y propuestas, lo sepultaron cuando era una amenaza para quienes se han repartido el poder desde los tiempos de los tiempos.

Como no es suficiente, y porque no es suficiente, por eso salimos a comprar televisores ante la menor oportunidad de una rebaja, y organizamos fiestas pues somos felices, los más felices del mundo, y nos vamos de paseo sin ninguna protección, pues la viveza es nuestra marca registrada, y volvemos la presencia de unos médicos, cubanos, nigerianos o japoneses, un asunto de guerras políticas, pues lo que importa no es lo que saben ni si curan y ayudan, si no de dónde provienen. Porque no es suficiente, linchamos a quien piense y opine distinto, matamos al oponente a las primeras de cambio y masacramos por sospecha de lo que sea a poblaciones enteras, de un lado y del otro. Al fin y al cabo, matar es más fácil que hablar, y contratar un sicario por sólo 500 mil pesos, más sencillo que tener argumentos.

Y no, no es suficiente. Por eso tenemos todos los récords de barbarie. Por eso ya vamos punteando en las listas de promedios de contagiados y muertes por coronavirus. Por eso las violaciones, los hornos crematorios, los infinitos índices de corrupción, las mafias de cuanta mafia pueda haber, el narcotráfico y la vejación por doquier, y un eterno reguero de etcéteras. Por eso, la fama con la que tenemos que cargar cuando salimos al extranjero, y la sonrisa del extranjero cuando ve que ante semejante realidad, los políticos y los dirigentes no hacen más que echarse la culpa de esto y de aquello, mientras el resto se lamenta por la leche derramada y pide y sigue pidiendo y exige y se divide en miles de bandos irreconciliables.

No, no es suficiente, y nunca lo será si no empezamos a entender que la vida es y debe ser sagrada, sin que importen los credos ni los colores, y que ese es el concepto básico de una sociedad, de una humanidad, y que para aprenderlo y aprehenderlo, solo basta con inculcárselo a los niños, con palabras, sí, con arte, mejor, y con ejemplo, mucho mejor. Y día a día y todos los días.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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