Si los años 20 marcan los siglos, ¿qué viene?

Pedro Viveros
07 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

A finales del siglo XIX Viena era el centro financiero y ocurrió allí el primer descalabro de este tipo a escala mundial con implicaciones en los primeros años del siglo XX. Adolf Hitler se frustraba por no poder ingresar a la Escuela de Arte de Viena para cumplir su sueño de ser artista de la pintura. Era la misma ciudad donde vivía y estudiaba Sigmund Freud su idea del psicoanálisis. Mientras tanto, Marie Curie en sus laboratorios se convertía en la mujer que descubriría la radiación, un invento que la llevaría a ganar el Premio Nobel en una época incipiente para el feminismo. La cultura giraba alrededor de la capital del, en ese entonces, Imperio Austrohúngaro. El concepto de las largas avenidas y de la arquitectura llevó al emperador a obligar a sus sirvientes a cerrar las cortinas a su paso para impedir a sus nobles ojos ver esos “horribles edificios cuadrados que les ha dado por construir”.

Las corrientes subterráneas y el deslumbramiento de una nueva centuria dieron paso a las grandes transformaciones, muchas de las cuales en su momento no se contemplaron con juicio. La Primera Guerra Mundial, que nadie vaticinó ni esperaba, explotó en 1914. La Revolución Rusa se profundizó hasta la toma del poder por parte de los “bolcheviques” en 1917. Era el acaecimiento de eventos inéditos e impredecibles que desataban un vértigo en los habitantes de Europa y parte de Asia con implicaciones mundiales: México tuvo su revuelta en 1917. La presencia de soldados era la escena recurrente en todos los lugares. El arma como identificación de un nuevo siglo. Fue el final de las bayonetas y la aparición de la guerra mecanizada. La abrupta aparición de una lucha de ideologías que cubrió al mundo desde 1900 y hasta 2000. Fueron estas dos décadas las que le ofrecieron a la humanidad la posibilidad de acceder en masa a los créditos financieros y a una sensación de consumo nunca vista.

Guerra, ideología y economía en esos primeros 20 años marcarían todo el siglo pasado. El primer año del siglo XXI trajo el fin de las confrontaciones puramente ideológicas. No fue el fin del pensamiento único y último hombre que anunció Francis Fukuyama, pero la mañana del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York el mundo acogió como universal la doctrina de que quienes estaban contra las instituciones democráticas iban a ser por siempre unos terroristas. Esa dinámica suplió la confrontación y fue el capítulo final de la Guerra Fría. Con ese cierre se abrió una puerta donde la industria militar, como la conocimos durante la centuria pasaba, mutó al ingreso definitivo de una carrera en la lucha por ganar espacios y depredar tierra, mar y aire para generar la percepción de dominio del medio ambiente, el espectro electromagnético universal y la vigilancia de la propia vida de los habitantes de todos los países del mundo. Una gráfica puede mostrar cómo nos movemos los humanos monitoreados por alguien, en algún lugar, vía la señal que emitimos por un dispositivo inventado en el verano de 2007 en California.

Los nuevos jugadores de esta disputa global, China y Rusia, esta última ya democrática, pusieron baza para ganar escenarios con nuevas perspectivas del propio capitalismo. Estos primeros años del siglo presenciamos el paso de compartir el poder del mundo entre varios y dejar para siempre la valiosa y necesaria hegemonía que tuvo como centro de estabilidad Estados Unidos. Ver las escenas del presidente Donald Trump y de congresistas republicanos “repartir báculos” a diestra y siniestra buscando culpables a una pandemia, permite pensar que comienzan a reconocer que ¿“América ya no es la única grande”?

El 2020 conjuga una serie de hechos que podrían constituir la “piedra angular” de lo que puede llegar a ser este siglo que nos tocó vivir. El derrotero de una era que comienza con una guerra invisible, sin ideologías recalcitrantes y con una economía capitalista en duda.

@pedroviverost

 

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