Sí se puede hacer desarrollo rural bien hecho

Alejandro Reyes Posada
28 de junio de 2019 - 05:00 a. m.

En el norte del Cauca hay un caso exitoso de desarrollo rural que vale la pena destacar. Es la obra de vida de Alberto Rodríguez Patiño, sociólogo y economista colombiano graduado en Alemania, apoyado por su esposa chilena, Laura Vitale, que se obsesionó con sacar adelante un modelo de asesoría a los pequeños agricultores de 30 veredas de Caldono, Caloto, Guachené, Villarrica, Buenos Aires y Santander de Quilichao. Desde hace casi dos años ha extendido el programa a 21 veredas de los municipios de Linares, Policarpa y Los Andes, en Nariño, y 52 veredas de los municipios de Valle del Guamuez, San Miguel y Villa Garzón, en Putumayo, con la cooperación de la Unión Europea. En total trabajan apoyando a 2.030 familias.

Alberto creó la Corporación para Estudios Interdisciplinarios y Asesoría Técnica (Cetec) en 1984, aglutinó un equipo profesional estable de primera categoría, que se dedicó a promover la creación de asociaciones veredales de productores, dar asistencia técnica a partir del diseño predial que cada familia soñaba, buscar mercados con los almacenes de cadena y la agroindustria y vincularlos con la financiación bancaria, hasta hacerlos eficientes y rentables. La meta mínima es que en la finca se generen entre dos y tres salarios mensuales como ingreso familiar y se eleve la calidad de vida.

Uno de los líderes agremiados en la Asociación Gremial Regional para el Desarrollo Campesino Nortecaucano (Ardecan), que reúne a 1.246 familias, describió así el impacto de la Cetec en su propia vida: “Cetec tiene un lugar bien ganado en el norte del Cauca, en lo social y lo económico. Yo pude educar a mis dos hijos como profesionales. Mis condiciones de vida mejoraron totalmente. Pasé de ser asalariado a tener mi propia empresa e incluso doy diez empleos. Tenemos una organización establecida, con historia, e incluso participamos, como organización, en la formulación de los PDET”.

La gran ventaja de este modelo de intervención social es que capacita a las comunidades para apropiarse de todos los procesos, desde la asistencia técnica hecha por comités veredales de vecinos calificados, las asociaciones, el gremio regional Ardecan, hasta la creación de una comercializadora y financiera, Fundemerca, propiedad de los socios, que compra toda la producción a precios justos y la coloca en grandes mercados, incluso de exportación. El modelo busca integrar toda la cadena productiva para cerrar las fugas de ganancias en manos de intermediarios. La producción se procesa para obtener mayor valor, como ocurre con el almidón a partir de la yuca, la panela de la caña, los cafés especiales, el arroz orgánico, la cría de pollos de engorde integrada con Cargill-Bucanero y otros productos con valor agregado.

El desarrollo se palpa al recorrer las fincas vinculadas. En dos hectáreas una familia es capaz de tener una vivienda digna, rodeada de jardines, un campero en la puerta, los hijos estudiando en la universidad en Cali, recuperada la dignidad de la mujer, protegida la vejez y asegurado el futuro de los jóvenes.

Debajo de la trama de conflictos armados y delincuencia organizada que ha afectado tan profundamente al norte del Cauca, comunidades revitalizadas por su fuerte tejido social de solidaridad y asociación han logrado resistir y prosperar, uniendo a afrocolombianos, indígenas y mestizos en la misma causa de conquistar una vida digna en su tierra, protegida por resguardos y consejos comunitarios que luchan porque el Estado les reconozca la propiedad de sus territorios colectivos. Detrás de ese milagro está el acompañamiento respetuoso y eficaz de Alberto Rodríguez y su formidable equipo de técnicos comprometidos alrededor de Cetec, en una aventura juvenil que lleva 35 años.

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