Siembra

Tatiana Acevedo Guerrero
08 de octubre de 2017 - 04:00 a. m.

“Tensión en Tumaco tras ataque por lío cocalero” tituló El Tiempo el día viernes. La noticia hizo referencia al asesinato de ocho campesinos durante una protesta contra la erradicación forzada de hoja de coca en la zona rural del municipio de Tumaco. Tensión, lío, crisis. Pese a los sustantivos que se usaron para describir la situación, es posible trazar continuidades entre la semana que se acaba y las últimas décadas. Más que un lío, se trata de un proceso histórico caracterizado por la tensión entre erradicación y sustitución. Tumaco, que según el Sistema de Monitoreo de Naciones Unidas es el municipio con más cultivos de coca en el país, es hoy epicentro de esta tensión. Por una parte, el Ejército realiza una erradicación forzosa. Por otra, se promueven pactos de sustitución voluntaria de cultivos. Erradicación, sustitución y (de vez en cuando) represión. En el caso de Tumaco, la Federación Sindical Agropecuaria, FENSUAGRO, denunció que pese a versiones estatales que insinúan la autoría de disidencias de las Farc, fueron agentes del Ejército y el escuadrón antidisturbios de la Policía ESMAD los que atentaron contra los campesinos.

La misma tensión puede ser rastreada a los años de Uribe Vélez. Entonces se llevó a cabo el Plan Colombia, negociado por Pastrana. Como parte de la erradicación, se promovió la judicialización de campesinos. En 2009 se judicializaron 162 campesinos dedicados a la siembra de coca. Además del proceso judicial, se les expropiaron las tierras por medio de la extinción de dominio. El Gobierno defendió estas medidas (“no vale de nada realizar con eficacia las labores de erradicación, si los campesinos vuelven a sembrar la mata”). Por el lado de la sustitución, el Programa de Familias Guardabosques incluyó subsidios (833.000 pesos mensuales a los cocaleros que se convirtieran en guardabosques) y herramientas para volver a los cultivos de pan coger. El programa contó también con su dosis de represión. Los aviones se equivocaban y les fumigaban sus nuevos cultivos (“esos gringos no distinguen una mata de coca de una de yuca” dijo un líder a la prensa en 2008). En 2009 la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, CODHES, denunció que la entrada al programa se utilizaba como chantaje: “Algunas comunidades han denunciado que el programa Guardabosques se ha utilizado como presión para que las personas se vinculen al programa de informantes del Gobierno”.

Antes de Pastrana, el Estado colombiano ya venía ejecutando dos planes similares de erradicación/sustitución/represión. En el gobierno de Samper se implementó el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo (PLANTE). Presionado por la certificación de Estados Unidos, Samper abrió los cielos a la fumigación con glifosato y con el PLANTE pretendió mitigar las pérdidas de los campesinos. Antes de Samper, Gaviria introdujo el Plan de Desarrollo Alternativo (PDA) que incluyó también una dosis de erradicación forzosa y otra de reemplazo de cultivos. Desde inicios de los 90, paramilitares y narcos se ocuparon en el tráfico de la cocaína. Las Farc regularon a pequeños campesinos responsables del cultivo y procesamiento de la hoja y sembraron los campos de minas para evitar la erradicación manual.

El informe sobre el Putumayo del Centro de Memoria Histórica narra cómo la producción de hoja de coca y pasta base permitió cierto margen de maniobra a los colonos: en zonas donde la asistencia técnica y las vías eran precarias, la coca demanda baja tecnificación y requiere poca infraestructura vial para su comercialización. Los colonos, aA través de la producción de pasta básica de cocaína, lograron vender en el mercado un producto que tenía valor agregado. A inicios de los 80 comenzó a sembrarse el sur del país de coca. Los carteles aprovecharon la expansión de la frontera agraria por cuenta de los colonos que venían siendo desplazados de tierras más fértiles. El testimonio de un colono en Caquetá recogido por Memoria Histórica, describe el proceso: “Los lugartenientes del Cartel de Medellín se dieron cuenta de que estas tierras podrían ser muy fértiles para la coca y pues ya nosotros teníamos la selva desmontada, lista para cultivar cualquier cosa”.

 

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