Siempre igual

Hernán Peláez Restrepo
20 de abril de 2019 - 10:00 p. m.

Es casi un ejercicio rutinario echar a directores técnicos en el fútbol profesional. Y no de hoy, sino de siempre. En nuestro medio, jugadas 15 fechas, quedaron ya desempleados al menos ocho de ellos. El último: El Pecoso Castro, quien es “genio y figura hasta la sepultura”.

El asunto es este: siempre dije que cuando al menos tres jugadores en un plantel se ponen de acuerdo, sacan al técnico. Lo pueden hacer porque no les gusta la exigencia en el trabajo de campo, creen saber más en el aspecto táctico o no se ven respaldados en algún momento cuando cometen actos de indisciplina y solicitan comprensión antes que sanción.

Pero también existe el desconocimiento de la relación fútbol-equipo-empresa por parte de la dirigencia. Muchas veces son hinchas con billete, y ahí surgen los Tulio, los Camargo, los Char, entre otros. Sería injusto generalizar, aunque la historia lo señala: cuando el mandamás siente la protesta, las silbatinas y los reclamos de los hinchas que pagan boleta, cauterizan el asunto sacando al DT, no a los jugadores.

En el caso de El Pecoso Castro, el dirigente invoca los malos resultados como razón única de su salida. Mirando los porcentajes (puntos ganados, perdidos, etc.) no era tan cierto. Por eso un jugador, Carlos Bejarano, y Jorge Luis Pinto, técnico de Millonarios, protestaron esa decisión.

En los técnicos hay toda clase de especímenes. Lillo, un “novelista” del fútbol, hizo estupendos contratos no finalizados, tanto con Millonarios como con Nacional. Porque él los firmaba, al igual que Octavio Zambrano, ex Medellín, a término fijo. Si le pedían que se fuera a mitad del camino, no había inconveniente, siempre que se le negociara o cancelara la cantidad de meses pendientes. Si era por 24 meses y lo echaban a mitad del camino, los meses restantes los cobraba. Eso no fue culpa de Lillo o de Zambrano, sino de los dirigentes, quienes, a sabiendas de lo que ocurre en el fútbol, debieron hacer contratos indefinidos.

Hoy están cesantes, por citar algunos, Pelusso, Gregorio Pérez, Sanguinetti, Flabio Torres, Lillo, Zambrano, Comesaña, y vendrán más. Por eso digo que siempre fue igual. Hay excepciones, como la de Ferguson, quien duró años y años en Manchester United.

También nos llegan personajes que, por el solo hecho de ser foráneos, los dirigentes creen haber encontrado la salvación. Portugueses y españoles que aparecen a “hacer Colombia”. Es revivir los días de un funesto Carlos Quieto, quien trajo, entre otros, a Américo Pérez, un hombre que no enseñó mayor cosa. Esto también siempre fue igual.

 

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