Siguiendo a AMLO

Armando Montenegro
04 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

En los países de América Latina es relativamente común que se copien las modas políticas de los vecinos. Basta recordar que las ideas y los proyectos de Fujimori y Chávez tuvieron, y en cierta forma siguen teniendo, alguna vigencia en nuestro medio. Por ello puede ser valioso seguirle la pista al gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), uno de los experimentos populistas en la región, cuyo ejemplo, sin duda, está en el imaginario de algunos líderes del país.

Las encuestas muestran que AMLO sigue siendo enormemente popular. Con la oposición golpeada en las urnas, desprestigiada y en desbandada, su voz llena el espacio político de México. Con mayorías en el Congreso y el carisma de su presencia en los medios de comunicación, su voluntad se impone casi sin discusión. Esto, sin embargo, no ha impedido algunas grietas y disonancias, sobre todo entre el mandatario y los intelectuales, y también entre él y algunos exfuncionarios. El caso más sonado fue el del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, quien con una dura carta de renuncia denuncia el voluntarismo y la improvisación del jefe de Estado, sus “decisiones sin sustento” y, lo que es peor, la presencia de personas con conflictos de intereses económicos en el primer anillo de AMLO.

AMLO ha tomado numerosas decisiones controvertidas, en áreas diversas, que deben destacarse.

Su partido, Morena, con el respaldo de AMLO, aprobó en el estado de Tabasco una ley del garrote que penaliza la protesta social. Quienes obstaculicen la entrada a las instalaciones de Pemex —cuyo sindicato está lejos del control de AMLO— podrán tener penas entre seis y 13 años de cárcel. ¿Se imaginan que alguien en Colombia proponga algo así frente a los bloqueos de la carretera Panamericana en el Cauca?

AMLO, sin mayor análisis ni reflexión, eliminó los recursos de las llamadas estancias infantiles, unas guarderías públicas que beneficiaban a 300.000 niños de entre uno y tres años de edad. Adujo, sin mayores evidencias, que eran una fuente de corrupción. Su solución fue entregar becas, “vouchers”, auxilios como los de Ser Pilo Paga, para que los padres pudieran llevar a sus niños a guarderías privadas. ¿Qué tal que en Colombia se hiciera esto con el ICBF?

El gobierno ordenó que el año escolar mexicano comenzara con la lectura obligatoria de una carta de AMLO a la comunidad educativa, donde se alaban sus planes grandiosos y se celebra la derogatoria de la reforma del gobierno anterior que establecía la evaluación de maestros. Según las instrucciones oficiales, los niños y los maestros deben aplaudir al terminar la lectura. ¿Se imaginan ustedes lo que sucedería si algún presidente colombiano siguiera este ejemplo?

El gobierno de AMLO amenaza con cerrar el prestigioso Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Coneval, una entidad autónoma, técnica, que mide la pobreza y la desigualdad, analiza y ofrece recomendaciones sobre el diseño y la marcha de la política social. Esto no sorprende: a los mandatarios con tendencias autoritarias no les gustan las mediciones y las opiniones independientes que pudieran molestarlos (algo de esto hemos visto en Colombia con el DANE).

Estas son algunas de las noticias recientes de un presidente que exhibe una tendencia que algunos mexicanos denominan “imperial”. Antes de que esto suceda en Colombia, vale la pena escarmentar en cuerpo ajeno.

 

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