Silenciar, negar, callar

Piedad Bonnett
03 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

“Después de años de silencio y negación, la Iglesia católica ha admitido que el secreto pontificio de la ley canónica fue una de las causas fundamentales del encubrimiento del abuso sexual infantil por parte del clero. El Vaticano ha anunciado que será abolido”. Estas palabras pertenecen a un artículo de Kieran Tapsell, un abogado civil australiano, ya jubilado, que alguna vez hizo parte de la Iglesia católica, y que desarrolló una investigación que culminó en un libro, La esposa de Putifar: el secreto del Vaticano y el abuso sexual de niños. Tapsell descubrió en 2007 que su maestro en el seminario, “un buen hombre que se había convertido en obispo, había encubierto el abuso sexual infantil por parte de sacerdotes de su diócesis”, e intuyó que el derecho canónico tenía que ver con esa decisión. Indagando, se encontró con que antes del Código de 1917 los sacerdotes abusadores podían ser despedidos y entregados a las autoridades para su castigo. Pero que en 1922 el Papa Pío XI impuso por decreto a los miembros de la Iglesia lo que se ha dado en llamar “el secreto Pontificio”: quien denunciara a las autoridades los casos de abuso sexual en la Iglesia sufriría excomunión automática. El informe que Kieran Tapsell presentó ante la Comisión Real tiene mucho que ver con la posible abolición futura de dicho secreto, que cada uno de los papas posteriores a Pio XI confirmó o amplió, y que es una de las causas del encubrimiento de las innumerables violaciones y abusos cometidos por los sacerdotes católicos.

Las víctimas se han quejado de la vaguedad de las propuestas del Vaticano para luchar contra la pederastia, pero lo cierto es que el papa Francisco tuvo que rendirse ante la evidencia de las denuncias y ponerle la cara al problema, en un intento de recuperación de la credibilidad cada vez más pobre de la Iglesia. Se le abona. Reconocer ya es un primer paso, en tiempos que gritan, por fin, que la consigna es “no es hora de callar”. Con dificultad, pero poco a poco, por fortuna, están saliendo los homosexuales del clóset al que los condenó la historia durante siglos, so pena de zaherirlos, aislarlos, encarcelarlos y hasta matarlos o llevarlos al suicidio. Y poco a poco, pero con valentía y fuerza, muchas mujeres vienen denunciando el acoso y la violencia sexual de que han sido víctimas, y destapando la hipocresía de sectores tradicionalmente machistas, donde proteger a los depredadores ha sido lo normal. Las mujeres sabemos que abuso y acoso es también la caricia no consentida del jefe, el nalgazo del entrenador, la mano larga del borracho, y tantos manoseos que se disfrazan de cariño y que no son sino lascivia e irrespeto que fueron naturalizados durante años.

Silenciar, negar, callar, ha sido también una estrategia de los que persiguen impunidad y un viejo recurso de los manipuladores de la historia. Hay quienes creen todavía, por ejemplo, que pueden ocultar verdades limitando la libertad de cátedra o negando la existencia del conflicto. También a ellos hay que denunciarlos, en tiempos en que la verdad peligra todos los días.

P.D. ¿Han visto ustedes cómo se está instalando solapadamente aperturar, ese nuevo engendro de los “renovadores” del castellano?

 

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