Sin planeación ni análisis

Armando Montenegro
17 de mayo de 2008 - 09:58 p. m.

EL PAÍS NO TOMA EN SERIO LOS PROblemas del calentamiento global, de la contaminación del aire y de los altísimos precios internacionales del petróleo y la gasolina. No sabe qué combustibles deben promoverse, cuáles sustituirse, cuáles evitarse. Se ignoran en estas materias aspectos cruciales de salud pública, medio ambiente y eficiencia energética. No se tiene claro el rumbo.

Donde mejor se aprecian estos defectos es en el diseño de las cargas tributarias de los distintos productos. En una situación ideal, los combustibles más sucios, los más dañinos para la salud y los más costosos para el país, deberían tener mayores impuestos y sobretasas. Así se orientaría la demanda hacia los más limpios y más baratos. Y aquellos que contaminan menos, que consumen menos recursos, deberían tener las menores cargas fiscales (para inducir su mayor provechamiento).
En Colombia es al revés.


El combustible más cochino de nuestro mercado, el más subsidiado, el más costoso (incluso en términos de vidas humanas), en buena parte importado, el diésel, es el que tiene los menores impuestos: se grava con una sobretasa de sólo el 6%, mientras que la de la gasolina es del 25% (con este tributo se financian las obras viales de los municipios y departamentos). El precio al público del diésel es casi 20% inferior al de la gasolina corriente. Por este motivo, el país está consumiendo a manos llenas este combustible, y todos los días hay más vehículos que lo usan y contaminan el medio ambiente.


Y al mismo tiempo, también en contravía de la racionalidad económica y ambiental, el Presidente de la República acaba de proponer que se le suban los impuestos al combustible más ecológico, más limpio, con suficiente producción nacional: el gas natural. Si se aprueba esta iniciativa, se le daría un golpe mortal a una de las políticas más exitosas de los últimos años: la conversión a gas de los vehículos en Colombia.


La eventual aprobación de la sorpresiva propuesta del Presidente —presentada al foro de gobernadores, al parecer sin el conocimiento de los ministros de Hacienda y de Minas, sin ningún estudio previo de las oficinas de planeación del sector energético— profundizaría la dieselización del parque automotor, en contra de todas las prioridades económicas, ambientales y de salud pública del país.


Detener o entorpecer la penetración del gas vehicular sería un grave error. No sólo sería una señal equivocada, contraria a las conveniencias del país; se constituiría también en un cambio abrupto de las reglas del juego para los consumidores (que han gastado sumas considerables para convertir sus vehículos) y una serie de empresarios que han realizado cuantiosas inversiones, atendiendo el llamado de varios gobiernos, para construir una extensa red de comercialización de gas vehicular.
La propuesta del Presidente ni siquiera les sirve a los municipios y departamentos. Con una mediana sobretasa al gas, caería el consumo de este producto y aumentaría el del diésel (que poco contribuye a los fiscos locales y que es utilizado más intensamente por los vehículos más pesados, precisamente los que destrozan las vías). Al final, el aumento de los recaudos departamentales sería escaso o nulo.


Lo ideal, si lo que se quiere es dotar de recursos a los gobiernos locales, al tiempo que se hace lo más conveniente desde el punto de vista ambiental, sería subir la sobretasa del diésel al mismo nivel que la de la gasolina, al 25%. Esto, a pesar de la racionalización del consumo de diésel, no sólo les daría recursos cuantiosos a los municipios y departamentos, sino que desalentaría el uso del combustible sucio e incentivaría una mayor conversión a gas.
El país necesita, cuanto antes, una política seria en materia de precios de los combustibles. Le sobran las improvisaciones y las decisiones irreflexivas y precipitadas.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar