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Ruth Bader Ginsburg, un símbolo de igualdad

Cartas de los lectores
24 de septiembre de 2020 - 03:00 a. m.

La semana pasada se registró la lamentable noticia del fallecimiento de la icónica jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos Ruth Bader Ginsburg (RBG), quien fuera un símbolo de libertad y progresismo, una mujer sin igual que se caracterizó por disentir de las posiciones muchas veces mayoritarias y conservadoras. Como sabemos, es en las altas corporaciones judiciales donde se terminan dirimiendo los temas álgidos de la sociedad, donde grupos y movimientos significativos buscan a través del activismo judicial acabar con la inacción parlamentaria u omisión legislativa (falta de regulación).

La importancia de RBG no solo radica en el legado que dejó en la Corte Suprema de Estados Unidos, sino también en la labor que realizó con mucha anterioridad, desde su época de estudios, en la búsqueda de igualdad de derechos para las mujeres, por la cual trabajó arduamente y que le daría méritos a futuro para ser nominada para ocupar uno de los asientos de esa alta corporación. Estoy seguro de que su legendario trabajo también le reservará un lugar en los anales de la historia, al lado de grandes juristas como Edward Cooke, John Marshall y Alfred Denning, y, hay que decirlo, se seguirá hablando de ella en la posteridad.

Para Colombia es importante en este momento reflexionar sobre la participación de las mujeres en las altas corporaciones judiciales, máxime cuando aún se discute sobre el reporte titulado “Las capas del techo de cristal: equidad de género en la Corte Constitucional”. Como es de público conocimiento, a lo largo de la historia de estas altas corporaciones el papel de la mujer ha sido exiguo, poca participación que todos censuran, pero no hacen lo suficiente para remediarlo. Como la jueza RBG, esperamos que algún día cercano las altas instancias judiciales estén integradas en su mayoría por mujeres que han demostrado probidad y capacidad para estar allí.

“La disidente”, como también era conocida RBG, nos dejó grandes lecciones sobre el concepto de libertad e igualdad, sin haber entrado en disertaciones extensas o tecnolectos a los que acostumbran los togados en los altos tribunales. Dejó una impronta en la “jurisprudencia universal”, donde nos enseñó que la libertad humana trae consigo la libertad de gustos, de inclinaciones y de organizar nuestra vida según nuestro modo de ser, hacer lo que nos plazca, sujetos a las consecuencias de nuestras acciones, sin que nuestros semejantes frenen esas acciones en tanto no los perjudiquen. Lección que le deja a esta generación, que se ha preocupado por tratar de obligar a la humanidad a seguir sus propias pautas de perfección personal, como por coaccionarla a seguir sus pautas de perfección social.

Finalizo, por lo tanto, citando a esta integérrima mujer de la que tenemos mucho que aprender y quien ha sido fuente de inspiración para muchos. Nos recordaba que el ser humano vive no solo para sí mismo, sino para la comunidad, como afirmaba ella: “Si vas a ser abogado, pero solo practicas tu profesión, bueno tienes una habilidad; así que te pareces a cualquier adocenado. Pero si quieres ser un verdadero profesional, harás algo fuera de ti mismo, algo para reparar las lágrimas en tu comunidad, algo para hacer la vida un poco mejor a las personas menos afortunadas que tú. Eso es lo que creo que es una vida significativa”.

José Manuel Bedoya Marín.

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