Sitio a la dictadura

Luis Carvajal Basto
25 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Las jornadas del fin de semana dejan ver un nuevo escenario que hace poco nadie imaginaba: el régimen está siendo sometido a un proceso de desgaste con que hace apenas unos meses no contaba, pero la oposición siente los rigores  de la fuerza física y la intimidación,  estrategia a la que siempre apostó  Maduro.

Una primera impresión puede ser que la dictadura es más fuerte y la oposición más débil de lo que se esperaba. El respaldo popular desde dentro, para el ingreso de la ayuda humanitaria apenas se vio, y el resquebrajamiento  del estamento militar no ha sido significativo, hasta ahora. Pero el fin de semana, claramente, perdió el régimen y ganó terreno el retorno de la  democracia.

La táctica, como parte de una estrategia, de  sitiar al régimen con un concierto y el envío de ayuda humanitaria era un gana- gana. Dejó ver el verdadero rostro de una dictadura que ha querido legitimarse ante la comunidad internacional. Como utilidades de inventario, las decenas de deserciones  dejan ver fisuras en las fuerzas armadas. Esas fisuras, ante la presión, van a aumentar su tamaño. Igual, si hubiese dejado pasar la ayuda se habría reconocido el desastre que vive el pueblo venezolano.

En la medida que la represión aumente suben las acciones de una indeseable intervención militar  que el mismo Guaidó, haciendo eco a Trump, comienza a vislumbrar. Asistimos a un forcejeo que no la descarta, pero que  puede ser el punto de partida para la realización de unas elecciones transparentes. Un balance de lo ocurrido el fin de semana deja ver un régimen más aislado; sitiado desde los lugares por los que la ayuda no pudo ingresar: las fronteras con Brasil y Colombia y el Caribe en el que un barco que venía desde Puerto Rico fue amenazado. La “medida de aceite” fue total. Capítulo aparte merece el concierto del sábado.

Bolívar, en concierto

Con seguridad, el concierto de Cúcuta tuvo motivos y objetivos políticos; con la ayuda humanitaria hace parte de una estrategia que quiere poner fin a la dictadura, pero hace mucho no se veían tan abrazados Colombia y Venezuela, como quería el Libertador.

Uno de los argumentos del régimen  ha sido atizar la memoria popular reviviendo viejas disputas entre Santander y Bolívar que terminaron en dos países separados. Lo que en la colonia fueron un virreinato y una capitanía general, palo de la misma madera, convertidos por cuenta de  intereses personales en “rivales”. El mismo Libertador, quien se declaró siempre colombiano, y luchó, vivió y murió en Colombia, pudo anticipar: “¡colombianos! Piso el suelo de la Patria; que cese, pues, el escándalo de vuestros ultrajes, el delito de vuestra desunión. No haya más Venezuela no haya más Cundinamarca: soy colombiano y todos lo seremos, o la muerte cubrirá los desiertos que deje la anarquía”.

A diferencia del régimen,  que  ofende a Colombia siempre que puede, el concierto de Cúcuta  interpretó la hermandad que encarnó  el Libertador. Dentro de su extensa cadena de equivocaciones, la negación de esa hermandad ha sido su mayor yerro: la aniquilación del comercio en una economía integrada ; la expulsión de colombianos pobres  en la zona de frontera; el bloqueo y los cierres en los escasos puentes que mezquinos intereses, los mismos que frustraron la integración Andina, han dejado construir.

Pues el concierto pudo más, aunque no se necesiten declaraciones para constatar nuestra hermandad. Un solo pueblo; una misma cultura, como lo certificaron al abrir la jornada el cardenal sabanero, un inmenso Reynaldo Armas, y el Cholo Valderrama, hermanos, herederos y voceros de una rica tradición común. En el Llano, como en los Santanderes, se sabe que  el Meta, el Guaviare, el Arauca y el Orinoco, hacen parte del mismo ecosistema; que nuestros antepasados son los mismos; que antes de las normas millones de ciudadanos de frontera tenían doble nacionalidad .Con todos ellos, al fomentar la discordia, se ha estrellado Maduro. “Cada canalla quiere ser soberano; cada canalla defiende a fuego y sangre lo que tiene, sin hacer el menor sacrificio”, dijo Bolívar hace 200 años ya.

Historia y cultura no se pueden desconocer, mucho menos estando vivas, como se comprobó en Cúcuta, donde el cantante Nacho se “convirtió, por cuenta de las formalidades, en colombiano otra vez. Cientos de miles de hermanos  han regresado a su patria colombiana, degradados a la condición de mendigos, para lograr comer y encontrar acceso a un derecho fundamental como el de los servicios de salud que les fue negado en la rica Venezuela por cuenta de un régimen infame, terco y pasado de  bruto que les condujo al desastre.

No es un problema de ideologías sino uno de administración, pero los derechos Humanos  deben ser privilegiados sobre cualquier otro. Deben comprenderlo quienes bloquean puentes y construyen muros, lo que al fin y al cabo, es lo mismo.

El Libertador, siempre pragmático, advirtió: “Si aspiran a lo perfecto, alcanzarán lo ruinoso”, una forma de decir en el siglo 18  que “lo mejor es enemigo de lo óptimo”. Sería ideal que Maduro se fuera antes de ayer; que no se necesitara, en la solución de este asunto, la intervención de los Estados Unidos de Trump. Pero las mafias atornilladas al poder que han propiciado el desastre son reales y tienen capacidad de propiciar calamidades aún peores.

“Venezuela conmigo marcha a libertaros, como vosotros conmigo en los años pasados libertasteis a Venezuela”, dijo el Libertador en su momento. ¿Alguien se extraña de que Colombia se ocupe de los asuntos de Venezuela?

@herejesyluis

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