Sobran palabras

Beatriz Vanegas Athías
20 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.

En el poema Sobran palabras del libro  Tengo miedo, la  poeta colombiana María Mercedes Carranza asesina a las palabras que configuran los principios de una sociedad lúcida y civilizada.  Siento escozor en estos tiempos por la manera rastrera como emplean el idioma los candidatos y sus seguidores ahora que nos aprestamos a escoger el nuevo presidente de Colombia. Y es que somos seres de palabras, sólo nombrándonos existimos y creo que es el discurso poético quien nos limpia y nos da la luz, en esta hora oscura que ya se prolonga en Colombia desde hace doscientos años.

Dice la poeta Carranza que no estaría mal el garrote vil, por apóstata, para Solidaridad, y que  la guillotina como el rayo, / debe fulminar a Fraternidad. Nada más justo que este castigo para la ausencia de solidaridad y de fraternidad de los candidatos de la llamada izquierda colombiana que perdidos en su mezquindad, están desaprovechando la oportunidad de erigirse como líderes dispuestos a deshacerse de sus intereses personales y trabajar por el bien común que es, a qué negarlo, el bien particular. Es como si la brillantez y su noción de lo humano sólo les permitieran resolver problemas en abstracto, pero se desdibujan y son incapaces al momento de concretar la configuración de una sociedad digna para la que han sido llamados. Estoy francamente desencantada de la mezquindad y egocentrismo de esos líderes natos que son Claudia López y el senador Robledo.

Mientras tanto, los conservadores, la llamada ultraderecha colombiana se encuentra en su salsa: mata, como afirma María Mercedes Carranza a Libertad; y lo hacen, lentamente y con dolor; la tortura es su destino. Y así estamos: asistiendo una vez más al ascenso al poder –para conservarlo- de una godarria enquistada en el ADN de un país rural, desindustrializado, con una economía ahíta de impuestos que se traducen absurdamente en pésimos sistemas de salud y de educación; un país patriarcal que en pleno siglo XXI cree en el rayo homosexualizador; un país patriarcal y  clerical hasta en su literatura, repleto de centros comerciales y supermercados como fachada para el blanqueamiento del dinero de la guerra de mafias que le conviene conservar justamente a la derecha siempre juiciosa y alineada para que la Libertad sea torturada.

Por ello no es extraño que la poesía diga que  el sueño de la Igualdad y de la Civilización deberían sufrir condenas como las asignadas por la poeta Carranza: La primera, merece la horca/ por ser prostituta/ del peor burdel (…) y Civilización será fusilada  por su barbarie. Un burdel llamado Colombia acostumbrado a no sentir amor, porque eso es un privilegio o una exclusividad sólo para mi reducido círculo familiar o fraterno, el resto de seres sobre los cuales tengo influencia, que se los coma el tigre, o que paguen hasta que dejen sus últimas arrugas y gotas de sangre intentando tener un trabajo o un proyecto de vida que no los expulse del sitio donde han nacido. Como dice el poeta José Manuel Arango refiriéndose a los verdugos, a los que fraguan un orden así deshumanizado: Yo no sé cómo hacen, cómo no agradecen el aire que respiran. Paisito con ínfulas de miembros de la Corte del Rey de los caballos, con delirios monárquicas mientras la nevera luce transformada en una fuente de luz y agua.

Esperanza ha muerto ya; / Fe padecerá la cámara de gas; /el suplicio de Tántalo, por inhumana, / se la dejo a la palabra dios/ (…) Queda la palabra Yo. Para esa, / por triste, por su atroz soledad, /decreto la peor de las penas. / vivirá conmigo hasta el final/  En eso nos hemos convertido: Yo con mi yo. Pero podemos fundar el Nosotros. Y resucitar a la Igualdad, al Amor, a la Civilización, a la Felicidad, a la Amistad y ante todo a la Libertad por encima de la Barbarie.

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