Sobre el voto útil

Piedad Bonnett
27 de mayo de 2018 - 04:30 a. m.

Los colombianos somos curiosos: según muchas encuestas, la imagen más favorable entre los candidatos la tiene Humberto de la Calle, pero cuando se le pregunta a la gente por quién va a votar, él está en los últimos lugares “porque no va a ganar”. ¿Habrase visto? De la Calle es un político honesto, de talante conciliador, libre de insidia, con verdadero perfil de estadista; es muy claro a la hora de explicar cuál es su programa de gobierno, y tan independiente que fue capaz de alertar sobre los peligros que corre el posconflicto por los deficientes manejos del gobierno. El pensamiento de De la Calle es progresista, verdaderamente liberal, y no se anda con ambigüedades para complacer a la galería o para no meter miedo. Tiene además el mérito de haber sacrificado cuatro años de su vida en la difícil e ingrata tarea de negociar con las Farc en La Habana, y como conocedor del proceso en todas sus minucias sería un gobernante muy adecuado en la implementación de la paz. Cada vez que aparece en público recibe ovaciones estruendosas… pero la intención de voto dice que está en los últimos lugares en las encuestas. ¿Por qué? 

Como él lo ha repetido, fue un error no ir a consulta con Sergio Fajardo, porque por esos fenómenos mediáticos que influyen en la percepción general, partieron del marcador con desventaja: Petro y Duque ocuparon el primer plano, mientras ellos quedaron invisibilizados. Y también fue un error lanzarse por el desprestigiado Partido Liberal, donde ha sido zarandeado de mil maneras. Y todo por ser un hombre coherente. En esas circunstancias le sacó ventaja Fajardo, que proyecta una imagen más cercana al outsider, y al que se relaciona menos con la política tradicional. Siendo Fajardo una opción bastante buena, su discurso resulta menos contundente que el de De la Calle, un hombre con una experiencia enorme y una claridad ideológica meridiana. Lo peor que nos puede pasar a los que nos consideramos progresistas es tener que elegir entre los dos. Y me temo que De la Calle, el mejor, será el que saldrá sacrificado. 

Tampoco se explica uno por qué ahora se está quejando todo el mundo de un exceso de debates. En un escenario exacerbado por las emociones, y en un panorama tan belicoso, debería agradecerse que en una campaña predominen las ideas. Aunque, como ya se ha dicho, no sólo pesa lo ideológico: hay muchas promesas que no sabemos cómo serán cumplidas, y también es importante saber quiénes tienen tendencias autoritarias y son ególatras que no toleran divergencias. Pero tener claro quién quiere acabar con la dosis mínima, extraditar a todo trance, echar para atrás la posibilidad del matrimonio igualitario, etc., es algo que hay que agradecer a los debates. 

El caso es que el “voto útil” termina, desafortunadamente, definiendo las cosas. Y a eso contribuyen mucho las encuestas. ¿Cómo serían, digo yo, unas elecciones sin encuestas? Ahora está de moda afirmar que la política “es dinámica” para justificar toda clase de traiciones. Como la de Vargas Lleras a Santos en lo que a la paz se refiere, o la de Viviane Morales a sus propias convicciones para arrimarse al árbol que mejor cobija. Por eso yo, que considero un pecado la traición, votaré por el que creo que es el mejor de todos. Pura cuestión de coherencia.

 

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