Sobre Estados Unidos y la confrontación con Irán

Antieditorial
13 de enero de 2020 - 05:00 a. m.

Por David Manrique

En respuesta al editorial del 9 de enero de 2020, titulado “La diplomacia del dron”.

No, EE. UU. no se "siente con el derecho de violar la soberanía de otros países para llevar asesinatos sin ningún tipo de vigilancia”.

Pongamos la situación en contexto. Hay que aclarar que el ataque de Estados Unidos no ha sido inopinado, sino una respuesta al ataque e intento de ocupación de su embajada en Bagdad, ya que una embajada es, desde el estatuto más elemental de las relaciones internacionales, una extensión territorial de la nación que tiene una misión allí; en otras palabras, la administración Trump respondió al ataque e intento de ocupación de Estados Unidos. Los perpetradores de este ataque a suelo americano no fueron otros que milicianos y simpatizantes iraquíes pertenecientes a Kataeb Hezbollah, un grupo extremista chiíta cuya financiación y agenda dependen por completo de la teocracia iraní, en especial de la Quds, comandado hasta no hace mucho por el general Soleimani, el general que murió el dos de enero en cercanías del aeropuerto de Bagdad, en compañía de la cabeza del Kataeb Hezbollah, el veterano terrorista Al-Muhandes, cuando cayó sobre ellos “la diplomacia del dron”. Dicho esto, solo cabe preguntarse cómo es posible juzgar la respuesta de EE. UU. como desproporcionada.

Por lo demás, las consecuencias de esta escalada están lejos de empeorar el mundo o acercarlo a la tercera guerra mundial. No se puede decir que ha acabado con la esperanza de que Irán abandonara sus pretensiones de tener la bomba atómica, cuando la buena fe de la teocracia queda expuesta en tragedias como la ocurrida al avión ucraniano siniestrado en Teherán. Tampoco estamos de vuelta a los 90: hoy hay un primer ministro iraquí y, más importante aún, un Parlamento iraquí elegido por el voto popular; hay una teocracia iraní quebrada e incapaz de controlar las protestas contra ella, pues apela al nacionalismo mientras gasta el dinero de sus ciudadanos en luchas que se dan fuera de sus fronteras; y hay un presidente de EE. UU. que no ve a su país como el policía del mundo y busca, pese a los reproches del Pentágono y el Departamento de Estado, retirar a sus tropas de Oriente Medio y hasta de Europa.

Más allá de si esta tensión atemperó o no el impeachment, Trump demostró que no es Carter y en el futuro próximo su “diplomacia del dron” podría tener réditos para su país: al eliminar a Soleimani ha dejado huérfana la facción más radical de la élite iraní, esto les permitirá a los moderados ocupar mayores espacios de poder en un país cansado de un ayatolá que ve en cada reclamo del pueblo a un demonio que se debe ahogar en sangre; a decir verdad, sin pecar de optimistas, la puntería de los misiles iraníes hacen presumir que estamos a las puertas de un diálogo.

Quizá la “diplomacia del dron” ha impedido una segunda ocupación de Irak.

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