Sobre la minería en Jericó (II)

Adriana Cooper
14 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Como subir a la cima de un rascacielos por una escalera. Como desenredar el nudo de un cable muy extenso. Así he sentido el ejercicio de escribir sobre el proyecto Quebradona de minería en Jericó, suroeste de Antioquia.

Para explicar la posición de opositores y las opiniones sobre la empresa AngloGold Ashanti, la directora de cine Catalina Mesa usa una metáfora: imaginemos que tengo una hija inteligente, noble, bonita y con un futuro prometedor. Un día conoce a un hombre mayor que ha tenido problemas y relaciones polémicas. Él quiere casarse con ella: ¿tú la dejarías? Yo no. La relación de Mesa con el pueblo y sus habitantes empezó cuando realizó la película Jericó, el infinito vuelo de los días. Ahí entendió que este proyecto de minería produce miedo o rechazo en muchos y eso surgió después de que las autoridades colombianas otorgaron el título para la exploración de cobre sin consultar a la población. “Si la mayoría de la gente está de acuerdo con eso lo entendería, pero no es así”. Y pregunta: ¿a quién le entrega nuestro país la tierra? ¿Qué pasa cuando en un pueblo como Jericó no todos quieren la idea de desarrollo que propone una multinacional? ¿Y si Jericó se concentra en actividades afines a su esencia como la agricultura, el turismo o la cultura? ¿Qué pasará con el empleo cuando se vaya la empresa?

Estos interrogantes los comparte Sebastián Restrepo, un joven cercano a Jericó y cuya familia ha vivido en Támesis. Después de realizar una maestría en desarrollo en Australia y estudiar el proceso de asignación de títulos mineros en Antioquia, cuestiona los usos de la tierra y estudia alternativas para que las comunidades que no apoyan la minería preserven su cultura y naturaleza. Cree que este proyecto “representa un riesgo en términos ambientales y puede dejar impactos en el territorio y en la dinámica social”.

El exministro de Minas y Energía Jorge Eduardo Cock asegura que Quebradona “contaminará las aguas y las autoridades ambientales no tienen la infraestructura para una supervisión exhaustiva”. También menciona la llegada de trabajadores capaces de alterar las formas de vida. Al respecto, la gente de AngloGold niega esto y responde que estas afirmaciones sólo puede hacerlas alguien con estudios técnicos en la mano porque “aquí se usará tecnología de punta, químicos orgánicos y se captarán solo 0,25 metros cúbicos por segundo de los 776 metros cúbicos que el río Cauca mueve en Puente Iglesias”. Agregan que casi el 80 % de los trabajadores serán del pueblo y quienes no lo sean serán transportados hacia sus lugares cada semana. Ramiro de Jesús García, un transportador de campesinos en Jericó que conoció el proyecto de AngloGold en Brasil, opina que “si es minería legal como en este caso, será visible y vigilado, creará empleos y coexistirá con otras actividades”.

Aún faltan aquí las voces de varios expertos, de la Asociación Nacional de Exploración, o de instituciones como Comfama o Proantioquia con proyectos en Jericó. Por ahora queda claro que la discusión no se trata solamente de un proyecto de minería, sino del futuro del suroeste, de los miedos, de la falta de comunicación, de un precedente, del futuro de un territorio, de la vocación de un pueblo. La última parte continúa en 15 días.

 

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