Soluciones tóxicas

Pablo Leyva
07 de abril de 2019 - 05:00 a. m.

La codicia es el afán excesivo de riqueza, enfermedad que se expresa en el país como la ambición de poseer dinero y tierras. Todo vale, correr la cerca, apropiarse de baldíos, desalojar propietarios y campesinos, obtener beneficios especulativos con tasas de usura y bienes adquiridos a bajo precio, especialmente tierra, alimentos, contrabando y narcotráfico.

La educación, la ética, el respeto por los demás, el bien común, las instituciones, la justicia, las leyes, los pobres, las mujeres, los niños, los ancianos, las minorías, los indígenas, los discapacitados y la naturaleza pierden significado ante el poder del dinero.

Esta tendencia se anida confortablemente en las teorías y políticas neoliberales del libre mercado como referente dominante de la sociedad. Así, la empresa pierde el sentido de satisfacer las necesidades sociales y se convierte en medio para obtener ganancia; su supervivencia importa en la medida en que compite y mantiene o crece su valor, y en la posibilidad de ser vendida. La acumulación de dinero y poder parece infinita; la población sufre al margen, cercada por la globalización, la naturaleza se contamina, se destruye, sus gritos no se escuchan, el daño se calcula erróneamente como porcentaje del PIB.

El progreso científico-tecnológico ha penetrado el campo hasta convertirlo en fábricas que compiten globalmente sobre la base de paquetes tecnológicos que incluyen OGM* y agroquímicos, máquinas-robots e información digital-satelital. En esta carrera los pesticidas han sido determinantes y, a pesar de las alertas tempranas sobre su toxicidad y potencial cancerígeno, dadas por Rachel Carson en La primavera silenciosa en 1962, su utilización ha llegado a umbrales que amenazan la salud humana y la biodiversidad.

En este escenario está el glifosato, herbicida desarrollado por Monsanto, producido hoy por varias multinacionales. Ahora la codicia llevó a Bayer a adquirir Monsanto para enfrentar a sus competidores, ChemChina principalmente.

El CIIC-OMS** considera el glifosato potencialmente cancerígeno y hay numerosos estudios que evidencian su peligrosidad y toxicidad. A pesar del lobby de las empresas para mantenerlo en el mercado, la Comisión Europea (noviembre 2017) redujo la aprobación del uso del glifosato de quince a cinco años. Y recomienda la interdicción de la aspersión aérea. Francia lo eliminará en tres años, “por sus efectos sobre la salud y la contaminación durable del suelo”. La justicia norteamericana falló un caso en contra de Monsanto por los efectos cancerígenos del glifosato y están pendientes miles de demandas en las cortes. Las acciones de Bayer se desplomaron.

La pobreza del campesino presionado por las agrofábricas y el acaparamiento de tierras lo desplazan a la ciudad, lo empujan a tener cultivos ilícitos en su parcela o tumbando el bosque y a vender la tierra posteriormente. Es necesario reversar el proceso con la erradicación voluntaria de cultivos ilícitos y sustituirlos por agroecología. Utilizar el glifosato y sus poderosas mezclas en el medio tropical y en las condiciones socioeconómicas de Colombia es una solución tóxica, irresponsable, peligrosa e improcedente para tratar de calmar los síntomas de la codicia.

*OGM: Organismos genéticamente modificados.

**CIIC-OMS: Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud.

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