Somos parte del conflicto y el conflicto, y somos la inteligencia y la fuerza para desentrañarlo y para inventarnos nuevas maneras de seguir adelante. Somos el obstáculo y su solución. El problema y su resolución. Y más allá, somos la re-creación de lo anterior, de lo antiguo, en una infinita espiral de nuevas versiones. Sin dolor, sin dudas, sin pasado, no habría preguntas, y sin preguntas, no habría respuestas. La opresión nos llevó a luchar por la libertad. La esclavitud, a abolirla y a pensar que todos somos humanos, aunque a veces lo olvidemos. La falta de justicia desembocó en la justicia, o en los códigos que se han ido escribiendo y reescribiendo a través de los años.
Sin la amargura y la depresión, sin la idea de formar su mundo y refugiarse en él, por odio al mundo, o por amor a alguien o por millones de motivos más, Beethoven o Dostoievski o Gauguin y un infinito etcétera, no habrían creado sus obras. Somos la dificultad. Tenemos, siempre hemos tenido la posibilidad y el valor y la voluntad para superar la dificultad, para trascenderla, más allá de que nos desgastemos en buscar excusas y en culpar a los otros de nuestras deficiencias, dándoles, con ese señalamiento, el poder de decidir sobre nuestras vidas. Somos el pecado y la virtud, la condena y la salvación, y siempre dependerá de nosotros decidir si nos ubicamos en un lado o en el otro, o elegir los matices, los grises, y ubicarnos entre un lado y el otro.
Somos le desnudez y la protección, y una y mil veces vamos a tener que desnudarnos y ser descarnados con nosotros mismos y decirnos frente a un espejo las más profundas de nuestras verdades y razones, muy a pesar de que nos duelan, o precisamente porque nos duelen. En otras tantas ocasiones, tendremos que disfrazarnos con ropas de todos las texturas y colores, e incluso mentir. Somos el dolor y su remedio, y también, pese a nosotros, la indiferencia y la opción de seguir o no seguir viviendo como robots. Somos la debilidad de dejarnos vencer y creer que solo nos queda el vacío, y la fuerza para levantarnos de ese vacío, pero si no fuéramos débiles por momentos, jamás sabríamos que existe la fuerza, y si fuéramos fuerza y sólo fuerza, jamás comprenderíamos que una frase, una sola frase puede sacarnos de nuestra debilidad.
Somos, en fin, una minúscula parte de eso que hemos llamado evolución, que a veces parece una involución. Por eso no somos ni principio ni final, ni mayúsculas ni absolutos, ni blanco o negro ni femenino o masculino ni bueno o malo.