Son la injusticia y la corrupción, idiota

Claudia Morales
11 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

El salvaje es la novela más reciente de Guillermo Arriaga, escritor mexicano y director de cine, y narra una historia de amor, violencia y deseo de venganza también, cuyo protagonista es Juan Guillermo, un joven que siendo adolescente sufre la muerte de sus padres, su hermano, su abuela, su perro y sus periquitos.

Carlos, el hermano de Juan Guillermo, murió asesinado por un combo de fanáticos religiosos. Según la justicia, se trató de un accidente, y eso fue lo que motivó a Juan Guillermo a prepararse para la revancha. Hay un diálogo que crea Arriaga y que quiero compartir. Quienes hablan son Juan Guillermo y su padre:

“Oír a su hijo de 14 años hablar sobre muerte y venganza lo horrorizó. ‘Somos otro tipo de personas’, sentenció, ‘nosotros no hacemos eso’. ‘¿Qué hacemos entonces?’, le pregunté. ‘Tarde o temprano se va a hacer justicia’, aseguró. ‘No’, le dije, ‘tarde o temprano me voy a vengar’. Mi padre me tomó del mentón y me levantó la cara para verme a los ojos. ‘Que tu calidad humana no dependa de la calidad de los demás. Si ellos son asesinos, tú no te convertirás en asesino’.

El secreto de sus ojos y La noche de la Usina son dos novelas del escritor argentino Eduardo Sacheri. En la primera, llevada al cine, una mujer es violada y asesinada, y su esposo, desgarrado de dolor y ante la ausencia de justicia, secuestra al asesino. En la segunda, que también como película llegará este mes a Colombia, unos hombres sencillos y trabajadores son estafados por un gerente de un banco y un empresario corrupto. ¿Qué hacen esas víctimas? Roban el dinero que a su vez les había sido robado. ¿Por qué? Porque nunca hubo justicia.

Estas tres novelas relatan lo que en México, Argentina o Colombia ocurre en la vida real: personas comunes sufren la descomposición social provocada por la injusticia y la corrupción, y a veces se vuelven parte de ella. Pienso en las justificaciones de un ciudadano para hacer justicia por mano propia y mi razón me sacude para mantenerme apegada a la ley. Lo digo porque si ustedes leen las novelas difícilmente podrán alejar un cierto sentimiento de empatía. No es correcto, quiero dejar claro, ni estoy haciendo apología a acciones delictivas, sea cual sea la motivación.

Les hablo de estas creaciones literarias porque justo el día que la corrupta Aída Merlano escapó, estaba hablando con Sacheri sobre las dificultades de nuestros países. Y, obvio, hablamos de las Farc, de los paramilitares y otras formas de violencia, pero para explicarle mejor, le pedí que viera el video de la huida de esa mujer y le dije: “El problema mayor de mi país es ese. Claro, es más fácil crear demonios en la guerrilla, por obvias razones, y no dentro de quienes encubren a personas como Merlano”.

En Colombia volvemos célebre a un tipo como el exfiscal Néstor Humberto Martínez, enredado hasta el cuello en el escándalo de Odebrecht y que ahora tiene libro y ronda por algunos medios dando cátedra de todo lo que contrariamente él representa; la alta sociedad guarda silencio frente a las castas Char y Gerlein que patrocinaron a la fugada, y, ustedes lo saben, podría escribir una saga sobre corruptos encubiertos por una justicia débil e ineficaz.

Repito las palabras del papá de Juan Guillermo en El salvaje: “Que tu calidad humana no dependa de la calidad de los demás”. Tiene razón, pero, carajo, cómo cuesta.

@ClaMoralesM

* Periodista.

 

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