Sirirí

“Soy un gobernador impotente”

Mario Fernando Prado
15 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

Elías Larrahondo es el gobernador del Cauca y así se declaró frente a la situación de violencia que tiene incendiado su departamento, tal como lo comentó en su última columna Alfonso Gómez Méndez.

En ella, este destacado jurista, historiador y politólogo hace un análisis de los crímenes que se vienen cometiendo cada vez con mayor sevicia y que nos recuerdan las viejas historias de una sangrienta violencia que se reinventa cada vez, ayer en manos de los llamados bandoleros, después en las de los guerrilleros y ahora —y disfrazados de cualquier cosa— de los bandidos al servicio del narcotráfico, llámense elenos, disidentes de las Farc, reinsertados o indígenas portafusiles que atentan contra la Fuerza Pública, los líderes sociales e inermes campesinos que pagan con sus vidas las atrocidades de una guerra que parece no tener fin.

Y esto sucede en un departamento en donde la ausencia de autoridad ha permitido que se desmadre el orden público, hoy en manos de estos grupos enfrentados entre sí y que no tienen control alguno.

Frente a este caos, el primer mandatario de los caucanos, que ha tratado de capotear la situación enfrentándose con un cortaúñas a las armas automáticas y de largo alcance que ostentan los enemigos de la paz, ha sido sincero al manifestar: yo no tengo con qué ni con quién. Me declaro impotente y, si no interviene el Gobierno central, estos asesinatos aumentarán y crecerán como crecen las sombras cuando el sol declina.

Pero las fuerzas el Estado están en otra cosa y es entendible. Carecen del contingente necesario para restablecer el orden público, cada vez más deteriorado y muy cerca del punto de no retorno. No exagero porque, además, rondan en todo esto los billones del negocio de la coca, que está más disparado que nunca.

Si a lo anterior le sumamos las invasiones que están despojando a los legítimos propietarios de pequeñas y medianas parcelas, en un pulso que están ganando los indígenas del norte del Cauca, he ahí la tormenta perfecta para que prosiga el derramamiento de sangre y gane la partida el que más muertos ponga.

¿Hasta cuándo el Cauca seguirá deteriorándose, descomponiéndose y, pese a su pasado glorioso, convirtiéndose en una región de no futuro?

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