Sube al avión

Juan Felipe Carrillo Gáfaro
17 de febrero de 2020 - 03:22 p. m.

Como si se tratara de una parte del estribillo de esa canción de los años 80 del grupo español La Trinca y como si se tratara de una pelea típica de la clase del profesor Jirafales, la discusión entre Vicky Dávila y Hassan Nassar en Semana.com sobre el avión presidencial esconde algo más que el evidente uso inapropiado de la aeronave.

Si esto debe suceder con frecuencia en varias partes del mundo, no debería sorprendernos demasiado que ocurra en un país como el nuestro. En Colombia, ese tipo de comportamientos hacen parte de lo que las personas con cierto poder consideran “normal”. Esa normalidad es la que lentamente hace ver la falta de ética y las prácticas corruptas como parte del juego hasta que se convierten en casos de total impunidad. Esa ligereza para tomar ciertas decisiones son el núcleo de la discusión entre Dávila y Nassar; una discusión vacía y humillante para la mayoría de la sociedad colombiana que, pese a estar pagando todos los días el maldito avión presidencial, no han podido ni subirse a él como invitados o como miembros de la familia, ni visitar Panaca.

El interesante juego lingüístico que surgió de esa entrevista, y que fue utilizado por ambos para sacarse los trapos al sol, deja una serie de incomodidades sobre nuestra realidad. Cuando inicia la entrevista, los oyentes están expectantes para ver cómo un tipo lenguaraz como Nassar va a defender a un tipo timorato como Duque. Y siguiendo la línea de una profecía autocumplida, y al mejor estilo de esos políticos de corte trumpiano, la mejor defensa es el ataque. En lugar de reflexionar sobre el hecho, intentar analizarlo con sinceridad, ponerlo en un contexto o formular al menos una pseudodisculpa, Nassar pasa al ataque olvidando si lo que se hizo fue correcto o no.

Es obvio que esta intervención no sorprende, pero sí preocupa teniendo en cuenta su cargo de consejero presidencial para las comunicaciones. Si fuera vocero de una horda de hooligans, no importaría demasiado si le da igual o si no le ha quedado claro el trasfondo de la entrevista. Pero tratándose de un servidor público queda mal parado y su proceder con la periodista no solo es indigno del cargo que ocupa, sino también irrespetuoso con la sociedad colombiana. Y es que estamos hartos de esa sopranesca manera de actuar de una gran parte de nuestra clase política.

Pero no todo termina ahí. Dávila, quien iba con la seguridad de ir por lana, sale casi totalmente trasquilada de su entrevista cuando Nassar hace alusión a ese día en el que la periodista y su esposo subieron a un avión parecido con Santos. Lo que sigue son una cantidad de palabras soeces y casi chistosas (en especial por parte de Dávila) e interrupciones desmedidas: al tratar de sacar la cabeza del fango en el que se han metido, lo único que queda es la certeza de que no son pocos los que han podido ver el cielo desde el air force one criollo. Alguna contrición le debe quedar a Dávila de esa experiencia para no sólo dejarse arrinconar y terminar pasando de entrevistadora a entrevistada, sino para manifestar que le “pesó haber ido” ese día. ¿Pero no fue acaso una simple invitación relacionada con alguien tan prístino como la madre Laura?

Si bien a los colombianos estos rifirrafes nos llaman la atención, merecemos algo mejor. No creo que sea sano entrar a Internet y escuchar de buenas a primeras una pelea de trastienda entre una periodista y un representante del gobierno por un tema importante y de interés público como el uso indebido de los medios de transporte de los funcionarios. Merecemos una discusión con más nivel, sin violencia, sin esa descarga de “te voy a dar en la cara marica”. El problema es que no son muchos los que tienen la capacidad de ofrecernos ese tipo de discusión. Los más de 70 comentarios al artículo presentado por El Espectador sobre el tema hablan por sí solos. Nadie quiere periodistas y comunicadores así. Es una vergüenza.

@jfcarrillog

 

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