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Superintendencia de educación: no paramos bolas

José Manuel Restrepo
29 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.

Hace varios años Fedesarrollo, en cabeza de uno de los investigadores más prestigiosos del país, el profesor Ulpiano Ayala (Q.E.P.D.), publicó un trabajo de investigación titulado La regulación de la educación superior en Colombia: una propuesta de reforma.

Dicho trabajo tenía como conclusiones centrales las siguientes: 1. La existencia de un inadecuado esquema de intervención y regulación que deteriora la calidad debilita la supervisión y genera ineficiencia en el sistema de educación superior colombiano. 2. Dicha situación es delicada por cuanto en el sistema existen serias asimetrías de información (no todos conocen perfectamente lo que sucede en el sistema a partir de la información disponible). 3. Es indispensable contar con un ente distinto al ministerio que evite la mezcla entre lo regulatorio y la supervisión, y evite la captura de lo segundo por parte de los vigilados. Esto significaba la creación de un ente autónomo de vigilancia y control en el sistema, con participación de prestigiosos académicos y expertos en supervisión educativa.

Hoy, 16 años después de haberse hecho la recomendación, el Congreso de la República acaba de aprobar un proyecto que fortalece las labores de inspección y vigilancia en la educación superior, y lo hace de manera urgente ante los hechos que se hicieron visibles recientemente (y que para muchos venían de tiempo atrás, ante la mirada desinteresada de los entes de control en el sector) en cuanto a abusos y manejos poco transparentes o equivocados de los recursos en algunas instituciones de educación superior.

Lo primero a decir es que estos hechos de ninguna manera desvirtúan un principio fundamental de la educación superior, cual es el de la autonomía universitaria. Por el contrario, intervenciones como las que se anuncian deben ser un mecanismo para justamente fortalecer la autonomía en aquellas instituciones que han demostrado, a través de las políticas de calidad y acreditación, que cumplen con buenos o altos estándares de calidad. Lo anterior, porque algunos han entrado a utilizar la “autonomía universitaria” para impedir este tipo de mecanismos de sano control y vigilancia, y, peor aún, otros, justificándose en casos aislados, han desvirtuado el valor y la importancia de un principio mundial de la educación superior que es la autonomía universitaria. La autonomía es un principio que se soporta en la autoridad que concede el “conocimiento” a las instituciones y en la presunción de que de éste se deriva la capacidad para autogestionarse y autorregularse.

Lo segundo a decir es que estos hechos ponen de presente la existencia en algunos casos de instituciones de la educación superior que teórica y legalmente son sin ánimo de lucro, pero que en la práctica son instituciones con claro interés y persecución del lucro. Sin embargo, al corresponder legalmente lo anterior a un modelo de fundaciones o corporaciones, los niveles de control y responsabilidad suelen ser muy pocos o muy pobres. Se hace entonces necesario abrir el debate de nuevo sobre instancias más fuertes en control y vigilancia o recuperar la idea del ánimo de lucro para algunas instituciones en el sistema, con la eventual mayor inspección que se deriva en dichos casos a la luz de nuestro sistema legal y tributario. Lo que no puede seguir existiendo es un sistema teóricamente sin ánimo de lucro, con ausencia de recursos legales para su intervención y seguimiento.

Finalmente, es recomendable que retomemos la idea de que el ministerio, como autoridad política del sistema, no puede ser “juez y parte”, asumiendo también el rol de control y vigilancia. Esta combinación, como lo expresara hace 16 años Ulpiano Ayala, es técnicamente no recomendable y puede ser perversa. De la misma manera, mucho cuidado con que al fortalecer los “dientes” terminemos animando a los corruptos a hacer uso de ellos para configurar nuevas situaciones de sobornos y similares. Dicen los expertos que la corrupción es directamente proporcional al control cuando éste no tiene supervisión adecuada.

Lástima que nos demoramos 16 años en tomar la decisión. ¿Cuántas frustraciones familiares nos hubiésemos ahorrado?

De postre: Ad portas de finalizar el año 2014, no queda más que agradecer a los lectores y enviarles un especial saludo de Año Nuevo y de prosperidad, paz y amor para 2015.


@jrestrp 

 

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