Sombrero de mago

Tarjetones y marranitos

Reinaldo Spitaletta
13 de marzo de 2018 - 04:50 a. m.

Puede ser que, después de esta primera pulsada electoral, en la que la superficie muestra que la derecha sigue cabalgando a placer, los sancochos hayan perdido protagonismo frente al tamal, como se ha sabido en los corrillos de chacota de antes y después de los comicios. Si Petro hubiera sacado más votos que su colega de la otra orilla, entonces los titulares de prensa hubieran dado prioridad a “Matan a puñaladas a cantinero” u otra amarillada por el estilo.

Las elecciones parlamentarias, adobadas con una consulta que dio para crear un falso ambiente de disputa entre “izquierda” y “derecha”, cuando se trataba de que cada una de ellas estaba dirimiendo candidatura presidencial, sin que la una tuviera que ver con la otra, dio para hacer lecturas a granel, tanto de politólogos en ciernes como de analistas de esquina.

En medio de la jornada, se agotaron los tarjetones de consulta. Y entonces se escucharon en zonas rosas, donde abundan desde nuevos ricos hasta pobres vergonzantes, los alaridos de “¡fraude!” y las exigencias, de otro lado, de que renunciara el registrador. El ingenio popular echó al vuelo las campanas al proponer cambio de nombre a la Registraduría por Fotocopiaduría, y se recordaron tiempos universitarios en los que abundaba la piratería fotocopiada, con documentos que iban de Marx y Althusser a Lacan y Marcuse.

Hubo posibilidades para que se montaran hipótesis como las de que, en Colombia, con todas las atrocidades cometidas por la derecha, se ha extendido una suerte de sadomasoquismo del elector. Y circularon por las redes sociales planteamientos como que continúa el dominio de la cultura “traqueta” y mafiosa, que todavía gana muchas simpatías electorales. El miedo, como es fama, también tiene sus réditos.

Así, se dieron los sarcasmos y las bufonerías, que para algo más deben servir estas jornadas. El inquisidor quemado, aquel que tiene pesadillas con gays y revistas pornográficas, se volvió cenizas en el horno de su lujuria desabrida. Aquel que incineró libros, se incendió ante el desprecio de los votantes. Quedó como los que yacen a los pies de las estampitas de la virgen del Carmen, consumiéndose en el fuego de sus “pecados mortales”. Así quedó don Ordóñez.

No faltó la “dicharachería” sobre otros uribistas quemados, como José Obdulio y algún otro exguerrillero de esas toldas, al tiempo que preguntaba por “la Far” que, según las especies falseadoras de la derecha, se iban a tomar a Colombia, con “castrochavismo” incluido. Los resultados electorales vistos en montonera, hicieron que se recordara que todavía no se ha terminado la torva influencia del laureanismo y otras pestes, redivivas en cabeza del llamado Señor de las sombras.

Pese a que la derecha, en la que caben desde el uribismo hasta el vargasllerismo, pasando por decenas de corruptos que siguen campeando (y ganando curules), tuvo una alta votación, los movimientos alternativos lograron una destacada visibilidad. El profesor Mockus se erigió como el más relevante ganador de estas elecciones, en las que, por lo demás, los de la derecha, con muchos áulicos y acólitos en los medios de información, esperaban el hundimiento del Polo Democrático.

Jorge Robledo, a quien funestos augures lo daban por derrotado en estas faenas comiciales, superó la votación de hace cuatro años y su partido consiguió la elección de cinco senadores. Y con el repunte de la Alianza Verde (10 senadores), y los cuatro del movimiento petrista, harán que esta corporación sea más plural y haya, en consecuencia, un control político de más envergadura. Los alternativos ganaron espacio político.

Hubo en estas justas del tarjetón expresiones de crudo surrealismo, como un cuadrito en que el exprocurador se asa como si fuera un pollo. Y pábulo para el dibujo rápido y las viñetas de humor. Se vieron marranitos bien alimentados con cara de uribista rabioso, y se llegó a decir en el transcurrir del chisme que un político que repartía tamales advirtió a sus comensales que no se fueran a comer las hojas. Y se pronunció, aunque con la mano en la boca (no faltan los temores), aquello, referido sobre todo a Antioquia, de “mi amor, ¿por qué sos tan paraquita?”.

En estas elecciones de fotocopia y muñecos de ventrílocuo hubo un repunte de las agrupaciones de izquierda, que dieron un mentís a quienes, sobre todo en ciertos medios de comunicación, les han expedido partida de defunción. Y entonces pasa, como en una clásica obra, que los muertos que vos matáis gozan de cabal salud.

 

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