Publicidad

Té amargo

Andrés Hoyos
10 de febrero de 2010 - 02:29 a. m.

EL TÉ, LA MÁS CIVILIZADA DE LAS bebidas, se está volviendo amargo en Estados Unidos.

Si alguien dudaba del valor de los símbolos, la actual coyuntura gringa le dará amplia materia para reflexionar. Todo se origina en la Fiesta o Motín del té, un evento ocurrido en Boston en 1773. La Corona inglesa pretendía entonces cobrar aranceles a un té importado, pero antes de que pudiera hacerlos efectivos los colonos le armaron tremenda guachafita. En el momento cumbre, los amotinados irrumpieron en los barcos y echaron los bultos de té a la bahía, bautizando de esa manera al famoso evento. La consigna de los tiempos era: ¡no a los impuestos si no hay representación!, un eslogan muy revelador que enfatiza que la Revolución Americana se hizo en gran parte contra la tributación. Desde entonces el DNA del wasp contiene una oposición visceral a los impuestos y, por extensión, al gobierno federal que los recauda y los gasta.

Corte a 2009. El presidente Obama recibió una economía al borde del colapso y se vio obligado a lanzarle un paquete de rescate, cuyo monto es cuantioso tan sólo en apariencia. Obama también abordó en su primer año una reforma muy moderada al sistema nacional de salud. ¡Quién dijo miedo! De inmediato la extrema derecha populista aprovechó para hacer fiestas del té por todas partes, en las que pintan a Obama como un Hitler negro. La idea es causar un tsunami que paralice a la atemorizada administración y que polarice al país aún más de lo que ya está. No se les da un bledo que la inacción ante la crisis bancaria hubiera desembocado en una depresión económica de alcances incalculables o que el país pague los costos más altos del mundo por una salud que, en promedio, es apenas mediocre y deja a más de 40 millones de americanos sin seguro médico. Los del té amargo entienden que hay algo más básico que la realidad y es la fuerza arrasadora de la rabia colectiva.

En Estados Unidos la política se está tornando cada vez más áspera y más sucia. Esto sucede, a mi juicio, porque muchísimos wasp ven con gran temor el futuro. Hay algo indudable: éste no se parecerá mucho al pasado, digamos a la edad de oro de la inmediata posguerra cuando cristalizó el así llamado sueño americano: familia, iglesia, casa en el suburbio, carro, ejército, imperio. Los wasp han estado en el poder durante más de la mitad de la historia de Estados Unidos, con breves y tímidos eclipses. Pero dada la demografía, temen con no poca paranoia a la subida de la marea parda, negros y latinos más que todo, y por eso se rehúsan a permitir que el Estado tenga tan siquiera la tentación de garantizarles una vida mejor. Súmese a eso que ahora todo es Made in China, que el precio de la gasolina trepa incluso en malos tiempos, y tendrá una receta para las crecientes tentaciones apocalípticas que reinan en el país. La paradoja es que quizás nada que no sea una catástrofe, como la que estuvo a punto de suceder en 2009, podrá ablandar a los wasp y hacerlos entrar en razón, o sea que los inducirá a aceptar una civilización mestiza en la que predominen los términos medios.

También podría pasar lo contrario. No se olvide que por la Segunda Enmienda Constitucional en Estados Unidos todo adulto tiene el derecho inalienable de armarse hasta los dientes. Según esto, la hora del té americana podría resultar bastante espantosa. Una vez más preferiría equivocarme.

 

andreshoyos@elmalpensante.com

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar