El Arte y la Cultura

Teatro para recordar

Manuel Drezner
20 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.

En el Teatro Santo Domingo hubo una sorpresa teatral de envergadura, que fue el estreno de la obra de Amaranta Osorio e Itzial Pascual Mi niña, niña mía, una pieza estrenada apenas hace un mes en el Teatro Español de Madrid. Allí tuvo un éxito de crítica y de público, y la versión que se presentó en Bogotá mostró que se trata de una pieza de gran altura, que dice cosas que se deben decir y las proyecta a uno de los grandes problemas de nuestro siglo: el de los refugiados.

La obra se desarrolla en una forma novedosa. La primera parte consta de una serie de monólogos paralelos, en donde las dos protagonistas, una de ellas una actriz judía presa en el campo de concentración de Terezin, cerca de Praga, y la otra una entomóloga que no sabe que es descendiente de otra mujer presa en el mismo campo. Esta se compenetra hasta tal punto con las luciérnagas que estudia, que incluso les ha puesto nombres. Ellas comienzan a contar su historia, sin que haya contacto entre las dos mujeres, cada una de las cuales va contando por su lado lo que le pasó. Al final se encuentran descendientes de las dos protagonistas y revelan el objeto indirecto de la obra, que no es otro sino cumplir con el mandato de Dios en el Éxodo de contar a los hijos la forma como se salvaron los judíos del faraón en Egipto, para que se recuerde cómo siempre debe llegar la salvación al final. Ese es precisamente el objeto de la Narración Pascual que se hace todos los años, y de la cual la última cena de Jesús es ejemplo clásico.

Las autoras muestran cómo la supervivencia se puede lograr de muchas maneras. Una de ellas es la labor de la actriz en el campo de concentración de montar obras de teatro con niños prisioneros, para que estos olviden la bestialidad de los nazis. La entomóloga, por su parte, con su cría de luciérnagas revela cómo la luz al final siempre llega y que la maldad no subsiste.

En la obra se muestra al final una relación con los refugiados de otros países, y cómo para estos también debería haber esperanza. Como se puede ver, esta pieza abarca temas importantes y lo hace de manera en que aprovecha al máximo los recursos dramáticos disponibles. Ellos incluyen muy buenas proyecciones de video y un notable juego de luces, que la directora de la obra, Natalia Menéndez, ha aprovechado al máximo. Hay que agradecer entonces tanto al teatro español, que produjo inicialmente la obra, como al Santo Domingo, que nos haya dado oportunidad de ver una importante creación que cumple en forma notable con el prepósito teatral de ser entretenida y de presentar en forma convincente tesis importantes.

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