Es lugar común en Colombia elogiar a alguien diciendo que es “técnico, no político”. Este ideal, como el del presidente profesor, es un descendiente apocado pero directo de aquel del filósofo rey. Al “técnico no político” le gusta hacer gala de sus conocimientos profundos y revelar los matices de las toscas afirmaciones partidistas para recordarnos, vez tras vez, que la verdad rara vez está en los extremos.
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