Paralelo a los terremotos y huracanes que por estos días azotan el planeta ocurren igualmente fuertes movimientos telúricos geopolíticos. La anarquía que caracteriza la geopolítica del siglo XXI sacude los cimientos del orden mundial labrado sobre la ruinas de la segunda guerra mundial y supuestamente consolidado tras el fin de la guerra fría. El enrejado constituido por organismos internacionales y principios y valores aceptados, que aunque siempre tuvo fisuras, pareciera acelerar su caída dejando suelto todo lo que mantenía en su interior.
El nacionalismo surge con fuerza volcánica con sus dos caras, aquella que busca la independencia y aquella que rechaza al “otro”, libertad y xenofobia en el mismo empaque. Actores no estatales de diversa naturaleza: terroristas, insurgencias, proxis, crimen organizado, tensionan el orden internacional construido alrededor de los Estados. La democracia liberal con sus hijos pródigos, prosperidad y desigualdad, enfrenta formidables desafíos de aquellos que la globalización dejó rezagados y marginados mientras que la clase media, soporte esencial de la democracia pierde su zona de confort, engendrando criaturas que ofrecen medicinas peores que la enfermedad. Las guerras entre Estados, reliquia del pasado, podrían resurgir y el planeta pareciera estar rotando por la galaxia sin control alguno.
Donald Trump, quien encara el epítome del nuevo desorden mundial, con su política exterior de trinos que reemplazan al hoy eunuco Departamento de Estado es puesto a prueba por un dictadorzuelo armado con ojivas nucleares.
Los resultados de las elecciones en Alemania, país que no sufrió la crisis económica, con el desempleo en bajos históricos, son reveladores del desbarajuste. Angela Merkel obtuvo una victoria pírrica, tendrá grandes dificultades para formar una coalición estable en un país caracterizado por su gran estabilidad política y tendrá que lidiar con un centenar de parlamentarios de la extrema derecha que le cobrarán cada día el haber abierto la puertas a un millón de refugiados musulmanes y cuya presencia en el Reichstag evoca negros recuerdos del pasado. Al sur del continente los catalanes padecen la incertidumbre de un referendo separatista inconstitucional, visto con expectativa por lo escoceses quienes tras el Brexit podrían hacer lo propio para decirle “bye” al Reino Unido.
En el apocalíptico medio oriente los Kurdos iraquíes llevaron a cabo contra viento y marea su referendo independentista. Los kurdos, el mayor pueblo del mundo sin Estado han sido los verdaderos héroes de la lucha contra el Estado Islámico, contra el genocida Al-asad y contra el régimen proiraní en Bagdad. Sin embargo la independencia no se merece, se gana, a sangre y fuego, y los kurdos están lejos de conseguirla en un vecindario tenebroso en que los ayatolas iraníes y el matón de Erdogán han prometido que no la permitirán. En la Myanmar budista se lleva a cabo una brutal limpieza étnica de los musulmanes Rohingya sin respuesta alguna de la mal llamada comunidad internacional.
Lo anterior sólo algunas perlas de terremotos geopolíticos, ya convertidos en rutina.