Territorios vedados

Augusto Trujillo Muñoz
26 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Los medios de comunicación registraron los hechos ocurridos, la semana anterior, en los municipios caucanos de Argelia y Patía. Vecinos impidieron el despegue de un helicóptero con cocaína incautada y detuvieron a autoridades que transportaban a un guerrillero capturado. Tales sucesos prendieron alarmas en el Ministerio de Defensa y en la Fiscalía General de la Nación.

Los titulares de ambos despachos anunciaron capturas y declararon que ningún espacio del territorio nacional está vedado para las autoridades. Ambos tienen razón, pero también ambos saben que esas declaraciones son inanes porque no se corresponden con las realidades que viven –y padecen– los colombianos en aquellas zonas del país. En Colombia hay mucha más población que gobierno y mucho más territorio que Estado.

Se repite así la historia de hace medio siglo: algunos dirigentes políticos denunciaron la existencia de “repúblicas independientes”, es decir, de territorios que se encontraban por fuera de la soberanía nacional. El gran ejemplo de “república independiente” o de “territorio vedado” fue la zona de Marquetalia, en el municipio tolimense de Planadas.

Allí hunden sus raíces las Farc. Sobre la mitad del siglo pasado –entre 1948 y 1958– la violencia partidista dejó miles de muertos y centenares de masacres. Los campesinos formaron grupos de autodefensa que se desdoblaron en fuerzas guerrilleras. Luego se dividieron entre “limpios” y “comunes”, pero ambos bandos se acogieron a los acuerdos que dieron nacimiento al Frente Nacional. El propio Tirofijo se desempeñó, durante casi un año, como inspector de la carretera entre Planadas y Neiva.

Pero el Estado no incorporó factores estabilizantes a la paz. Hacia mediados de los años 60 fueron asesinados varios líderes guerrilleros, lo cual produjo el éxodo de los más amenazados hacia Marquetalia. Tirofijo fue uno de ellos. Por supuesto, no le arrebataron ese territorio al Estado. Simplemente allí no había Estado y, de seguro, nunca lo hubo. Por lo tanto, no eran repúblicas independientes, ni territorios vedados, sino tierras de nadie, que se fueron poblando en medio de una total ausencia de Estado.

Algo parecido sucedió con casi medio país, incluidos los municipios caucanos antes mencionados. Algunos han dicho que no es normal la protesta violenta. Pero tampoco puede ser normal la vida cotidiana de unas comunidades que, durante décadas, han sido obligadas a obedecer las órdenes del fusil más próximo, sin que nadie las proteja.

¿Quiénes son los culpables? ¿Los vecinos que viven del cultivo de la coca? ¿Los traficantes de su ilícito producto? ¿El Estado ausente que no da respuestas en materia de sustitución de cultivos? ¿Los funcionarios que no ofrecen soluciones pero sí amenazan? ¿La vieja problemática de un territorio en el cual se cocinan varias “bombas” sociales, entre la ausencia indolente del Estado y la presencia de grupos armados ilegales?

La situación del Cauca, como la de buena parte de esa otra Colombia sin instituciones, con población pero sin gobierno y con territorio pero sin Estado, no se resuelve con intimidación, ni con la simpleza de que no puede haber territorios vedados para las autoridades. Harían bien el ministro y el fiscal en mirar la realidad de su país y recordar que, como dijo el maestro Echandía, esto no es Dinamarca sino Cundinamarca.

@inefable

* Exsenador, profesor universitario.

 

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