Lo que está sucediendo en Colombia es más que una simple manifestación del pueblo. Entre las voces de muchos que con múltiples razones piden justicia social, equidad e inclusión, se han infiltrado, como suele suceder en estos casos, agentes desestabilizadores que “pescan en río revuelto”.
Lo delicado esta vez son las variables nacionales e internacionales que se han entremezclado (polarización, pandemia, redes sociales, falta de liderazgo del Gobierno, entre otras) y que podrían desencadenar la crisis económica, social y política más delicada de los últimos 70 años. Esto, por supuesto, sumado al débil liderazgo que ha mostrado el gobierno Duque, a la pérdida de poder político derivada de ello y a los casos de exceso de fuerza mostrados por las autoridades, que han convertido este peligroso coctel en el caballo de Troya de unos pocos, que buscan poner en riesgo la institucionalidad y la democracia bajo la aplicación sofística del lema: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Lo que aquellos que promueven esta desestabilización omiten es que esta crisis podría heredarse por años o décadas. Preocupa que, sin importar si el ganador de las próximas contiendas electorales representa a la izquierda, al centro o a la derecha, la legitimización del uso de las vías de hecho puede poner en riesgo los principios democráticos de los cuales otrora hacíamos gala mirando de reojo a nuestros vecinos. La tendencia de consumir información parcializada y en algunos casos falsa, buscado lo que queremos ver y no lo que realmente sucede, será tendencia en los años venideros.
Lo cierto, nos guste o no, es que en medio de esta incertidumbre solo unos pocos ganarán y las repercusiones las sufriremos la gran mayoría de colombianos, recorriendo un olvidado ciclo que ha marcado la historia de nuestro país: violencia, grupos armados, pobreza, inequidad social, entre otros.
Como conclusión, mientras estas minorías, muchas veces con la opción y los medios para huir de esta crisis que fomentan, miran el espectáculo desde su cómodo asiento en las graderías del emulado coliseo romano, otros vivimos este desgarrador día a día ante el cual solo nos queda reflexionar si un país diferente es posible sin un cambio cultural en nuestra sociedad. Parece ridículo ver a aquel que reclama sus derechos dañando, golpeando y afectando a aquel que también sufre los impactos de este coctel.
Nota. Esta carta es una simple opinión personal. Si estás en desacuerdo, no me maltrates, ¡invítame a ver la película desde tu asiento!
Óscar J. Cárdenas R.
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